Mala Negociación
Miércoles 14 de junio de 2006.-
Si alguien me pregunta ¿Cuál es la principal deficiencia del Gobierno salvadoreño? Yo le contestaría sin vacilación alguna: Su falta de capacidad para negociar. Y a eso le agregaría inmediatamente: Pero esto no es la culpa exclusiva del actual Gobierno, si no que es la tónica común de todos nuestros Gobiernos, indistintivamente de su color político, desde lo que nosotros llamamos independencia en 1821. Y si extendemos la pregunta ¿Con quienes negociamos mal?, la respuesta seria inmediata…con todos.
No podemos negociar con Estados Unidos. Damos más que todos y recibimos menos. Alguien puede decir… ¡Pero los Estados Unidos son tan poderosos!
Pero tampoco podemos negociar con Taiwán, ni con Israel, ni con cualquier país del mundo. Ni siquiera con Honduras.
¿Y qué diremos entonces?
No solo Honduras se quedó con la mayoría de los Bolsones (que dicho sea de paso, no fue por culpa de las 2 Comisiones de límites que nuestro País formó, que trabajaron con diligencia; si no por la posición política del Gobierno Central que aceptó una negociación en la Haya, donde Honduras tenía todas las de ganar: Documentos, cartas, mapas, comisiones permanentes, experiencia, contactos, apoyos, etc. Se debería haber pedido el derecho de la autodeterminación de los pueblos, vía la ONU, esto es, la votación de los pobladores de los bolsones, para ver su decisión. Aquí la mayoría aplastante hubiera sido para El Salvador. El mismo sistema que ocupa el Reino Unido (donde Inglaterra forma parte principal), en sus diferendos: llámese Belice, Islas Malvinas, Gibraltar, etc. Cuando las cartas históricas están en desventaja y se tiene la votación masiva de los pobladores a nuestro favor ¿Por qué despreciar lo que nos conviene e ir a pelear en un campo desventajoso?
Tampoco se demandó realizar el cambio constitucional en nuestro país, de que “el territorio de El Salvador dentro de sus actuales límites es irreductible”. Y se redujo nuestro territorio inconstitucionalmente.
Ni se exigió a Honduras cambiar su Constitución en el sentido de su prohibición de que los no hondureños, en este caso salvadoreños, fueran propietarios de tierras cercanas a la Frontera. Y abandonamos a nuestros compatriotas y sólo nos preocupamos por sus votos en tiempos de elecciones.
Y en la guerra con Honduras de 1969. A pesar de invadir y poseer militarmente territorio hondureño, lo devolvimos y nos retiramos totalmente, y ni siquiera exigimos la libertad de acceder al sur, a través de tierras hondureñas. Honduras nos cerró el paso por muchos años y expulsó salvadoreños, incluso aquellos con status legal.
El Salvador, así ganó la guerra, pero perdió la paz. Todo, como siempre, por mala negociación incluso entre iguales, o con países más débiles que nosotros.
Ejemplos adicionales sobran.
¿Y con la inversión extranjera y con el gran capital?...
La negociación de nuestro Gobierno siempre es débil y se entrega mucho más de lo que se recibe.
El problema se complica enormemente porque nuestro país ha llegado al limite y no disponemos casi de margen de maniobra. Hemos entregado, recursos estatales, dando activos limpios del Estado y quedándose el Gobierno con los pasivos y la carga financiera. Y ni siquiera – alegando siempre el libre mercado y la libre competencia, el Gobierno puede regular los precios, no a través de un control de los mismos; si no que velando por que las fuerzas del mercado y la libre competencia actúen en su pristina pureza.
De esa forma, el Estado no controla, pero al mismo tiempo, al no regular, permite que los entes privados o bien privatizados, controlen el sistema y fijen los precios, todo a expensas no sólo del pueblo trabajador y prácticamente abandonado; sino que a expensas también del erario nacional; que tiene que subsidiar para que los precios no se disparen aún más; o que tiene que endeudarse más, para pagar cargos onerosos auto-impuestos.
Además, como que fuéramos parte de las potencias hegemónicas, actuamos a nivel mundial de tomar partido políticamente; distanciándonos de países que podrían ayudarnos e interviniendo políticamente en los asuntos internos de otros países; incluso criticándolos públicamente cuando todos los demás países latinoamericanos, incluyendo Colombia, con un Presidente de derecha, tienen relaciones diplomáticas y comerciales plenas. Y ni siquiera sacamos ventajas de ello.
Se aprueban leyes que perjudican al pueblo y al Gobierno, en beneficio de ciertos inversores y se auto imponen nuevas cargas después que las inversiones han sido hechas, lo que no genera una mayor inversión, si no que una mayor dependencia.
Una vez aprobadas, cuando son demasiados onerosas, algunas veces, el Gobierno intenta detenerlas, permitiendo a las Empresas beneficiadas demandar al Estado en los tribunales internacionales, donde generalmente se obliga al país a pagar millonarias indemnizaciones por ganancias que ellas no obtuvieron. O bien se les niegan los cambios propuestos.
Entonces ¿para qué auto imponerse leyes onerosas, o conceder concesiones que luego nos arrepentimos?
Muchos casos pueden mencionarse, entre ellos: La privatización de la generación termoeléctrica y la distribución de la energía; la importación de petróleo y derivados; la concesión de minas, la deforestación selectiva; el fondo de pensiones; la privatización bancaria, el TLC con Taiwán; etc, etc.
No se trata de si las medidas a tomar son correctas o no, si no, que las negociaciones han sido pésimas y totalmente desastrosas. Independientemente de todo; envió con crítica constructiva el siguiente mensaje: ¡Señores, por favor, aprendan a negociar!
Si alguien me pregunta ¿Cuál es la principal deficiencia del Gobierno salvadoreño? Yo le contestaría sin vacilación alguna: Su falta de capacidad para negociar. Y a eso le agregaría inmediatamente: Pero esto no es la culpa exclusiva del actual Gobierno, si no que es la tónica común de todos nuestros Gobiernos, indistintivamente de su color político, desde lo que nosotros llamamos independencia en 1821. Y si extendemos la pregunta ¿Con quienes negociamos mal?, la respuesta seria inmediata…con todos.
No podemos negociar con Estados Unidos. Damos más que todos y recibimos menos. Alguien puede decir… ¡Pero los Estados Unidos son tan poderosos!
Pero tampoco podemos negociar con Taiwán, ni con Israel, ni con cualquier país del mundo. Ni siquiera con Honduras.
¿Y qué diremos entonces?
No solo Honduras se quedó con la mayoría de los Bolsones (que dicho sea de paso, no fue por culpa de las 2 Comisiones de límites que nuestro País formó, que trabajaron con diligencia; si no por la posición política del Gobierno Central que aceptó una negociación en la Haya, donde Honduras tenía todas las de ganar: Documentos, cartas, mapas, comisiones permanentes, experiencia, contactos, apoyos, etc. Se debería haber pedido el derecho de la autodeterminación de los pueblos, vía la ONU, esto es, la votación de los pobladores de los bolsones, para ver su decisión. Aquí la mayoría aplastante hubiera sido para El Salvador. El mismo sistema que ocupa el Reino Unido (donde Inglaterra forma parte principal), en sus diferendos: llámese Belice, Islas Malvinas, Gibraltar, etc. Cuando las cartas históricas están en desventaja y se tiene la votación masiva de los pobladores a nuestro favor ¿Por qué despreciar lo que nos conviene e ir a pelear en un campo desventajoso?
Tampoco se demandó realizar el cambio constitucional en nuestro país, de que “el territorio de El Salvador dentro de sus actuales límites es irreductible”. Y se redujo nuestro territorio inconstitucionalmente.
Ni se exigió a Honduras cambiar su Constitución en el sentido de su prohibición de que los no hondureños, en este caso salvadoreños, fueran propietarios de tierras cercanas a la Frontera. Y abandonamos a nuestros compatriotas y sólo nos preocupamos por sus votos en tiempos de elecciones.
Y en la guerra con Honduras de 1969. A pesar de invadir y poseer militarmente territorio hondureño, lo devolvimos y nos retiramos totalmente, y ni siquiera exigimos la libertad de acceder al sur, a través de tierras hondureñas. Honduras nos cerró el paso por muchos años y expulsó salvadoreños, incluso aquellos con status legal.
El Salvador, así ganó la guerra, pero perdió la paz. Todo, como siempre, por mala negociación incluso entre iguales, o con países más débiles que nosotros.
Ejemplos adicionales sobran.
¿Y con la inversión extranjera y con el gran capital?...
La negociación de nuestro Gobierno siempre es débil y se entrega mucho más de lo que se recibe.
El problema se complica enormemente porque nuestro país ha llegado al limite y no disponemos casi de margen de maniobra. Hemos entregado, recursos estatales, dando activos limpios del Estado y quedándose el Gobierno con los pasivos y la carga financiera. Y ni siquiera – alegando siempre el libre mercado y la libre competencia, el Gobierno puede regular los precios, no a través de un control de los mismos; si no que velando por que las fuerzas del mercado y la libre competencia actúen en su pristina pureza.
De esa forma, el Estado no controla, pero al mismo tiempo, al no regular, permite que los entes privados o bien privatizados, controlen el sistema y fijen los precios, todo a expensas no sólo del pueblo trabajador y prácticamente abandonado; sino que a expensas también del erario nacional; que tiene que subsidiar para que los precios no se disparen aún más; o que tiene que endeudarse más, para pagar cargos onerosos auto-impuestos.
Además, como que fuéramos parte de las potencias hegemónicas, actuamos a nivel mundial de tomar partido políticamente; distanciándonos de países que podrían ayudarnos e interviniendo políticamente en los asuntos internos de otros países; incluso criticándolos públicamente cuando todos los demás países latinoamericanos, incluyendo Colombia, con un Presidente de derecha, tienen relaciones diplomáticas y comerciales plenas. Y ni siquiera sacamos ventajas de ello.
Se aprueban leyes que perjudican al pueblo y al Gobierno, en beneficio de ciertos inversores y se auto imponen nuevas cargas después que las inversiones han sido hechas, lo que no genera una mayor inversión, si no que una mayor dependencia.
Una vez aprobadas, cuando son demasiados onerosas, algunas veces, el Gobierno intenta detenerlas, permitiendo a las Empresas beneficiadas demandar al Estado en los tribunales internacionales, donde generalmente se obliga al país a pagar millonarias indemnizaciones por ganancias que ellas no obtuvieron. O bien se les niegan los cambios propuestos.
Entonces ¿para qué auto imponerse leyes onerosas, o conceder concesiones que luego nos arrepentimos?
Muchos casos pueden mencionarse, entre ellos: La privatización de la generación termoeléctrica y la distribución de la energía; la importación de petróleo y derivados; la concesión de minas, la deforestación selectiva; el fondo de pensiones; la privatización bancaria, el TLC con Taiwán; etc, etc.
No se trata de si las medidas a tomar son correctas o no, si no, que las negociaciones han sido pésimas y totalmente desastrosas. Independientemente de todo; envió con crítica constructiva el siguiente mensaje: ¡Señores, por favor, aprendan a negociar!