Desinformación Mundial / Tradiciones Religiosas y Éticas
Martes 5 de septiembre de 2006.-
No hay duda que en nuestro Mundo, la desinformación está a la orden del día y con ello el “manejo” de la verdad y por consiguiente la manipulación del individuo y de la sociedad. El fin fundamental del dominio universal es “poder tener” y “tener poder”. El dinero y el poder no son malos en sí mismos, incluso son básicos a la hora de hacer obras. Dios es todopoderoso pero al mismo tiempo y por eso, es todo misericordioso. El dinero y el poder son así medios y no fin en sí mismos. El concepto coránico nos indica que es incorrecto atesorar fortunas y no dispensarlas en el camino de Dios. También nos enseña el amor, la justicia y la verdad. Nadie quiere mediocridades; pero tampoco nadie desea maldades. He aquí algunos conceptos aclarativos de la declaración del II Parlamento de las religiones del mundo, a manera de insumo.
“Esta claro que el hombre, dado el caudal de información que cada día nos inunda, apenas puede distinguir, lo importante de lo accesorio, si carece de una orientación ética fundamental. Cuando se tergiversan los hechos, se encubren los intereses, se especula con las apetencias y se absolutizan las opiniones, las normas éticas constituyen una gran ayuda para el discernimiento.
Ser verdaderamente humano de acuerdo con el espíritu de nuestras grandes tradiciones religiosas y éticas significa:
-Hacer valer la verdad, en lugar de confundir, libertad con capricho y pluralismo con arbitrariedad.
-Fomentar el espíritu de veracidad, en las relaciones interpersonales de cada día en lugar de vivir en la insinceridad, la simulación y la acomodación oportunista.
-Buscar incesantemente la verdad, animados por una incorruptible voluntad de sinceridad, en lugar de difundir medias verdades, ideológicas y partidistas.
-Servir a la verdad, una vez conocida, con confianza y firmeza, en lugar de rendir tributo al oportunismo.
-En lugar de la concepción pura del poder y de una política de dominación brutal, deben imperar el respeto mutuo, un razonable equilibrio de intereses y una voluntad abierta a la mediación y a la consideración recíproca.
-En lugar de un insaciable afán de dinero, prestigio y consumo, hay que redescubrir el sentido de la medida de la moderación, porque el ambicioso pierde su, - alma -, su libertad, su sosiego, su paz interior y, con ellos precisamente, lo que le constituye en persona.
-En el mundo de hoy existe no obstante mucho fraude y mucha mentira, se es hipócrita, las ideologías están salpicadas de demagogia.
-Hay políticas y hombres de negocios que se sirven de la mentira como medios para el triunfo político y el éxito comercial.
-Hay medios de comunicación de masas que, en lugar de información veraz, difunden propaganda ideológica, que en lugar de información proporcionan desinformación, que en lugar de ser fieles a la verdad persiguen cínicamente el incremento de las ventas.
-Hay representantes de religiones que descalifican o minusvaloran a creyentes de otras religiones y pregonan el fanatismo y la intolerancia en lugar del respeto, el entendimiento y la tolerancia.
En este contexto, las tradiciones religiosas y éticas más antiguas e importantes de la Humanidad nos han transmitido un mandamiento: ¡No mentiras! Dicho en un sentido positivo: ¡Habla y actúa desde la verdad! Saquemos, pues, las consecuencias de este antiquísimo precepto: ningún ser humano, ninguna institución, ningún Estado y ninguna Iglesia o comunidad religiosa tiene derecho a decir falsedad a los demás.
Esto es especialmente válido:
*Para los medios de comunicación a los que con toda razón se garantizan la libertad de información para la búsqueda de la verdad, por lo que en toda sociedad les corresponde la función de vigilantes. Pero esto no quiere decir que estén por encima de la moral, sino obligados a defender con objetividad y transparencia la dignidad de la persona, los derechos humanos y los valores fundamentales. No tienen en absoluto derecho a vulnerar la esfera privada del individuo, ni a desfigurar la realidad, ni a manipular la opinión pública.
*Para los políticos y sus partidos. Cuando los políticos mienten abiertamente a su pueblo, cuando son culpables de la manipulación de la verdad, de la corrupción o de una desmedida política de abuso del poder tanto en el interior como en el exterior, pierden su credibilidad y no merecen más que perder sus cargos y sus electores. Por el contrario, la opinión pública debería apoyar a aquellos políticos que tienen el valor de decir la verdad al pueblo en todo momento.
*Y finalmente, para los representantes de las religiones. Cuando éstos avivan los prejuicios, el odio y la hostilidad frente a quienes profesan otro credo, cuando predican el fanatismo o inician y legitiman guerras de religión, no merecen otra cosa que la condena de todos y el abandono de sus seguidores.
Y a esto agregamos:
No obstante lo anterior es fácil ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. Es fácil exigirle verdad y justicia al contrincante y no aplicar la medida para nosotros mismos. Es fácil señalar al fanático y no ver nuestro propio fanatismo antagónico.
El mundo no puede cambiar completamente, si no cambiamos todos. Daniel Seeberger lo resumía en estas palabras: “Si sostienes un espejo frente al rostro de los demás, asegúrate de que refleje de ambos lados.
No hay duda que en nuestro Mundo, la desinformación está a la orden del día y con ello el “manejo” de la verdad y por consiguiente la manipulación del individuo y de la sociedad. El fin fundamental del dominio universal es “poder tener” y “tener poder”. El dinero y el poder no son malos en sí mismos, incluso son básicos a la hora de hacer obras. Dios es todopoderoso pero al mismo tiempo y por eso, es todo misericordioso. El dinero y el poder son así medios y no fin en sí mismos. El concepto coránico nos indica que es incorrecto atesorar fortunas y no dispensarlas en el camino de Dios. También nos enseña el amor, la justicia y la verdad. Nadie quiere mediocridades; pero tampoco nadie desea maldades. He aquí algunos conceptos aclarativos de la declaración del II Parlamento de las religiones del mundo, a manera de insumo.
“Esta claro que el hombre, dado el caudal de información que cada día nos inunda, apenas puede distinguir, lo importante de lo accesorio, si carece de una orientación ética fundamental. Cuando se tergiversan los hechos, se encubren los intereses, se especula con las apetencias y se absolutizan las opiniones, las normas éticas constituyen una gran ayuda para el discernimiento.
Ser verdaderamente humano de acuerdo con el espíritu de nuestras grandes tradiciones religiosas y éticas significa:
-Hacer valer la verdad, en lugar de confundir, libertad con capricho y pluralismo con arbitrariedad.
-Fomentar el espíritu de veracidad, en las relaciones interpersonales de cada día en lugar de vivir en la insinceridad, la simulación y la acomodación oportunista.
-Buscar incesantemente la verdad, animados por una incorruptible voluntad de sinceridad, en lugar de difundir medias verdades, ideológicas y partidistas.
-Servir a la verdad, una vez conocida, con confianza y firmeza, en lugar de rendir tributo al oportunismo.
-En lugar de la concepción pura del poder y de una política de dominación brutal, deben imperar el respeto mutuo, un razonable equilibrio de intereses y una voluntad abierta a la mediación y a la consideración recíproca.
-En lugar de un insaciable afán de dinero, prestigio y consumo, hay que redescubrir el sentido de la medida de la moderación, porque el ambicioso pierde su, - alma -, su libertad, su sosiego, su paz interior y, con ellos precisamente, lo que le constituye en persona.
-En el mundo de hoy existe no obstante mucho fraude y mucha mentira, se es hipócrita, las ideologías están salpicadas de demagogia.
-Hay políticas y hombres de negocios que se sirven de la mentira como medios para el triunfo político y el éxito comercial.
-Hay medios de comunicación de masas que, en lugar de información veraz, difunden propaganda ideológica, que en lugar de información proporcionan desinformación, que en lugar de ser fieles a la verdad persiguen cínicamente el incremento de las ventas.
-Hay representantes de religiones que descalifican o minusvaloran a creyentes de otras religiones y pregonan el fanatismo y la intolerancia en lugar del respeto, el entendimiento y la tolerancia.
En este contexto, las tradiciones religiosas y éticas más antiguas e importantes de la Humanidad nos han transmitido un mandamiento: ¡No mentiras! Dicho en un sentido positivo: ¡Habla y actúa desde la verdad! Saquemos, pues, las consecuencias de este antiquísimo precepto: ningún ser humano, ninguna institución, ningún Estado y ninguna Iglesia o comunidad religiosa tiene derecho a decir falsedad a los demás.
Esto es especialmente válido:
*Para los medios de comunicación a los que con toda razón se garantizan la libertad de información para la búsqueda de la verdad, por lo que en toda sociedad les corresponde la función de vigilantes. Pero esto no quiere decir que estén por encima de la moral, sino obligados a defender con objetividad y transparencia la dignidad de la persona, los derechos humanos y los valores fundamentales. No tienen en absoluto derecho a vulnerar la esfera privada del individuo, ni a desfigurar la realidad, ni a manipular la opinión pública.
*Para los políticos y sus partidos. Cuando los políticos mienten abiertamente a su pueblo, cuando son culpables de la manipulación de la verdad, de la corrupción o de una desmedida política de abuso del poder tanto en el interior como en el exterior, pierden su credibilidad y no merecen más que perder sus cargos y sus electores. Por el contrario, la opinión pública debería apoyar a aquellos políticos que tienen el valor de decir la verdad al pueblo en todo momento.
*Y finalmente, para los representantes de las religiones. Cuando éstos avivan los prejuicios, el odio y la hostilidad frente a quienes profesan otro credo, cuando predican el fanatismo o inician y legitiman guerras de religión, no merecen otra cosa que la condena de todos y el abandono de sus seguidores.
Y a esto agregamos:
No obstante lo anterior es fácil ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. Es fácil exigirle verdad y justicia al contrincante y no aplicar la medida para nosotros mismos. Es fácil señalar al fanático y no ver nuestro propio fanatismo antagónico.
El mundo no puede cambiar completamente, si no cambiamos todos. Daniel Seeberger lo resumía en estas palabras: “Si sostienes un espejo frente al rostro de los demás, asegúrate de que refleje de ambos lados.