Biografía Manuel II Palólogo / Imperio Bizantino I
Martes, 26 de septiembre de 2006.
Manuel II Paleólogo, fue un emperador de Bizancio, (1391-1425), del cual el Papa Benedicto XVI, utilizó una frase supuestamente atribuida a él en su reciente discurso en Ratisbona, Alemania. ¿Pero quién era dicho personaje? Pertenecía a una Dinastía de emperadores, que gobernaron en la decadencia del Imperio Bizantino desde 1,261 hasta su final derrota a manos de los turcos en 1,453. Paleólogo significa que conoce los idiomas antiguos. No viene de él, sino del primero que constituyó la Dinastía: Miguel VIII en 1,261.
Si alguien considera el orgullo de la realeza, incluso ahora, que no son más que figuras decorativas; imagínese lo que era antes un Rey y aún más un emperador. Un Rey detentaba un reino; un Emperador, un imperio.
Fuera de ello, se trataba del Imperio Romano, que luego se dividió en Imperio Romano de Occidente con Roma e Imperio Romano de Oriente, con Bizancio, de donde eran los paleólogos.
Roma cayó en 476. Bizancio duró casi 1,000 años más, hasta 1453.
Manuel II era un emperador sin serlo. En la decadencia y casi final de su imperio, el odio y resentimiento lo tenía contra turcos musulmanes y contra los italianos (Génova, Venecia, etc.) que controlaban su imperio. Habló mal de ellos. Se sentía que era el amo del mundo y sólo era un pelele.
Basta mencionar los paradigmas del otrora Imperio Bizantino: “El emperador está predestinado al Gobierno del Mundo, igual que el ojo nació del cuerpo para dirigirlo, Dios no necesita de nadie. El Emperador solo necesita de Dios”.
Todo lo que algún día fue del Imperio Bizantino, lo será por siempre; aunque temporalmente sea conquistado por otros pueblos”.
Creyéndose predestinado, es fácil imaginar el resentimiento que sentiría Manuel II cuando el Imperio de su padre se iba desmoronando poco a poco y derrumbándose todo lo que en el futuro, le tocaría gobernar.
No tuvo una vida fácil, no vivió en enormes palacios, ni grandes salas lujosas, ni enormes tesoros, ni gran poder, como los Emperadores de los siglos anteriores. Estuvo preso varias veces, formó parte de la Corte del Sultán, como mandadero, sometido y súbdito al servicio personal de él.
Incluso debió mandar un ejército que conquistaría una ciudad bizantina para el Sultán. Otro, al tener un ejército, se hubiera rebelado. Él soportó estas humillaciones e incluso principios para conservar un remedo de poder. Logró “mandar” finalmente, en la capital y escasos territorios alrededor de ella; sometido al Sultán y pagándole tributos. Como Herodes ante el César. No hay duda que al igual que Herodes su apelativo no podría ser el grande, sino que “el chiquito”.
Fuera de ello, cuando “regenció la capital” no era la gran Constantinopla (o Bizancio) de Mármol, oros, enormes columnas, grandes avenidas, palacios, con felices habitantes; sino que era una verdadera ruina.
Fuera de la sumisión al Imperio Otomano, era dominada por las Repúblicas italianas (Venecia, Génova, Pisa) sedientas de riquezas.
Manuel II el paleólogo no quería a la Iglesia Católica; mucho menos al Papa, pertenecía a la Iglesia Ortodoxa Cismática. Pero tampoco aceptó una alianza política con Roma, que podría ser incluso salvadora, pero llena de vergüenza. Diferente a su padre y luego sus dos hijos que se sometieron a la Iglesia romana.
Manuel II, sentía que la unión y sumisión al papado sería la verdadera muerte de Bizancio. De todas maneras, sucumbió.
Manuel II paleólogo nació en 1350 y ha sido reducido a un personaje secundario de la historia por el común de los historiadores, que lo culpan de hacer tratados onerosos con los turcos, de ser un mero vasallo y servil; de mendigar plata y soldados a todos los estados, de no reciprocar nada, etc. Etc. Como un ejemplo, cuando Serbia es derrotada por los turcos, a orillas del río Maritza; Manuel II atacó a los serbios debilitados y tomó para Bizancio (Sepres, baluarte serbio) una manera detestable de “pagar favores” a sus anteriores aliados. También entregó al Sultán Murad la ciudad de Filadelfia, última posición bizantina del Asia Menor con tal que le permitiera gobernar.
Seguía siendo la cabeza de la Iglesia Oriental y por consiguiente creía que él era la persona elegida por Dios para gobernar todo el mundo. ¡Pobre iluso!
Viejo y cansado se retiró a vivir a un monasterio ortodoxo. Su hijo Constantino XI terminó entregando totalmente Bizancio a los turcos musulmanes en 1453.
En momentos amigo y luego enemigo, se enfrenta con los turcos en Tesalónica y pierde. Y para no perder la vida y recuperar parcialmente el poder, pide perdón al sultán y le ofrece vasallaje. Cuando el sultán Murad I le da una entrevista, Manuel II duda, temeroso de las verdaderas intenciones del Sultán. Solamente se atrevió a entrevistarse con él, cuando éste le aseguró que lo recibiría sin rencores. Manuel II sabía que a diferencia de los Reyes cristianos, los sultanes musulmanes cumplían fielmente su palabra, basado en las enseñanzas del Islam.
A Murad I siguió su hijo Bayaceto, con quien Manuel II decide pelear con ayuda de los Reyes de Europa, especialmente Basilio I de Moscovia, Carlos VI de Francia y Enrique IV de Inglaterra, con los cuales realiza entrevistas personales.
No visita personalmente al Papa Bonifacio IX a pesar de que éste había publicado una Encíclica a su favor y sí visita al Papa de Avignon, el antipapa Benedicto XIII o Papa Luna. Definitivamente Manuel II no quería a la Iglesia Católica romana.
A pesar de las ayudas, no luchó con eficiencia contra los turcos; aunque le favoreció la invasión de los Mongoles y la derrota del sultán Bayaceto en Ankara en Julio de 1402 y su muerte posterior. Esto dio un gran respiro a Constantinopla.
A su regreso en 1403 a Constantinopla Manuel II envalentonado por un ejercito turco debilitado por los mongoles, suprimió los tribunales turcos en ella, destruyó todas las Mezquitas, abolió todos sus derechos comerciales, expulsó a todos los musulmanes, y se constituyó como cabeza de la cristiandad ortodoxa y del imperio Bizantino.
Bien dijo Harriet B. Stowe: “El esclavo es un tirano tan pronto como puede.
Manuel II Paleólogo, fue un emperador de Bizancio, (1391-1425), del cual el Papa Benedicto XVI, utilizó una frase supuestamente atribuida a él en su reciente discurso en Ratisbona, Alemania. ¿Pero quién era dicho personaje? Pertenecía a una Dinastía de emperadores, que gobernaron en la decadencia del Imperio Bizantino desde 1,261 hasta su final derrota a manos de los turcos en 1,453. Paleólogo significa que conoce los idiomas antiguos. No viene de él, sino del primero que constituyó la Dinastía: Miguel VIII en 1,261.
Si alguien considera el orgullo de la realeza, incluso ahora, que no son más que figuras decorativas; imagínese lo que era antes un Rey y aún más un emperador. Un Rey detentaba un reino; un Emperador, un imperio.
Fuera de ello, se trataba del Imperio Romano, que luego se dividió en Imperio Romano de Occidente con Roma e Imperio Romano de Oriente, con Bizancio, de donde eran los paleólogos.
Roma cayó en 476. Bizancio duró casi 1,000 años más, hasta 1453.
Manuel II era un emperador sin serlo. En la decadencia y casi final de su imperio, el odio y resentimiento lo tenía contra turcos musulmanes y contra los italianos (Génova, Venecia, etc.) que controlaban su imperio. Habló mal de ellos. Se sentía que era el amo del mundo y sólo era un pelele.
Basta mencionar los paradigmas del otrora Imperio Bizantino: “El emperador está predestinado al Gobierno del Mundo, igual que el ojo nació del cuerpo para dirigirlo, Dios no necesita de nadie. El Emperador solo necesita de Dios”.
Todo lo que algún día fue del Imperio Bizantino, lo será por siempre; aunque temporalmente sea conquistado por otros pueblos”.
Creyéndose predestinado, es fácil imaginar el resentimiento que sentiría Manuel II cuando el Imperio de su padre se iba desmoronando poco a poco y derrumbándose todo lo que en el futuro, le tocaría gobernar.
No tuvo una vida fácil, no vivió en enormes palacios, ni grandes salas lujosas, ni enormes tesoros, ni gran poder, como los Emperadores de los siglos anteriores. Estuvo preso varias veces, formó parte de la Corte del Sultán, como mandadero, sometido y súbdito al servicio personal de él.
Incluso debió mandar un ejército que conquistaría una ciudad bizantina para el Sultán. Otro, al tener un ejército, se hubiera rebelado. Él soportó estas humillaciones e incluso principios para conservar un remedo de poder. Logró “mandar” finalmente, en la capital y escasos territorios alrededor de ella; sometido al Sultán y pagándole tributos. Como Herodes ante el César. No hay duda que al igual que Herodes su apelativo no podría ser el grande, sino que “el chiquito”.
Fuera de ello, cuando “regenció la capital” no era la gran Constantinopla (o Bizancio) de Mármol, oros, enormes columnas, grandes avenidas, palacios, con felices habitantes; sino que era una verdadera ruina.
Fuera de la sumisión al Imperio Otomano, era dominada por las Repúblicas italianas (Venecia, Génova, Pisa) sedientas de riquezas.
Manuel II el paleólogo no quería a la Iglesia Católica; mucho menos al Papa, pertenecía a la Iglesia Ortodoxa Cismática. Pero tampoco aceptó una alianza política con Roma, que podría ser incluso salvadora, pero llena de vergüenza. Diferente a su padre y luego sus dos hijos que se sometieron a la Iglesia romana.
Manuel II, sentía que la unión y sumisión al papado sería la verdadera muerte de Bizancio. De todas maneras, sucumbió.
Manuel II paleólogo nació en 1350 y ha sido reducido a un personaje secundario de la historia por el común de los historiadores, que lo culpan de hacer tratados onerosos con los turcos, de ser un mero vasallo y servil; de mendigar plata y soldados a todos los estados, de no reciprocar nada, etc. Etc. Como un ejemplo, cuando Serbia es derrotada por los turcos, a orillas del río Maritza; Manuel II atacó a los serbios debilitados y tomó para Bizancio (Sepres, baluarte serbio) una manera detestable de “pagar favores” a sus anteriores aliados. También entregó al Sultán Murad la ciudad de Filadelfia, última posición bizantina del Asia Menor con tal que le permitiera gobernar.
Seguía siendo la cabeza de la Iglesia Oriental y por consiguiente creía que él era la persona elegida por Dios para gobernar todo el mundo. ¡Pobre iluso!
Viejo y cansado se retiró a vivir a un monasterio ortodoxo. Su hijo Constantino XI terminó entregando totalmente Bizancio a los turcos musulmanes en 1453.
En momentos amigo y luego enemigo, se enfrenta con los turcos en Tesalónica y pierde. Y para no perder la vida y recuperar parcialmente el poder, pide perdón al sultán y le ofrece vasallaje. Cuando el sultán Murad I le da una entrevista, Manuel II duda, temeroso de las verdaderas intenciones del Sultán. Solamente se atrevió a entrevistarse con él, cuando éste le aseguró que lo recibiría sin rencores. Manuel II sabía que a diferencia de los Reyes cristianos, los sultanes musulmanes cumplían fielmente su palabra, basado en las enseñanzas del Islam.
A Murad I siguió su hijo Bayaceto, con quien Manuel II decide pelear con ayuda de los Reyes de Europa, especialmente Basilio I de Moscovia, Carlos VI de Francia y Enrique IV de Inglaterra, con los cuales realiza entrevistas personales.
No visita personalmente al Papa Bonifacio IX a pesar de que éste había publicado una Encíclica a su favor y sí visita al Papa de Avignon, el antipapa Benedicto XIII o Papa Luna. Definitivamente Manuel II no quería a la Iglesia Católica romana.
A pesar de las ayudas, no luchó con eficiencia contra los turcos; aunque le favoreció la invasión de los Mongoles y la derrota del sultán Bayaceto en Ankara en Julio de 1402 y su muerte posterior. Esto dio un gran respiro a Constantinopla.
A su regreso en 1403 a Constantinopla Manuel II envalentonado por un ejercito turco debilitado por los mongoles, suprimió los tribunales turcos en ella, destruyó todas las Mezquitas, abolió todos sus derechos comerciales, expulsó a todos los musulmanes, y se constituyó como cabeza de la cristiandad ortodoxa y del imperio Bizantino.
Bien dijo Harriet B. Stowe: “El esclavo es un tirano tan pronto como puede.