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Popol-Vuh

Lunes 3 de Julio de 2006.


Es innegable la trascendencia histórica-cosmogónica del Popol-Vuh, libro sagrado de los Maya-quiché, pueblo indígena de Guatemala. Pero debido a ese descuido de las civilizaciones indígenas, pocos lo han leído y menos, aún, recordado.
Hay sin embargo, dos conceptos que son populares, quizás sin saber porqué: Balam Quitzé, nombre de un pionero de los centros comerciales de San Salvador, que en el Popol-Vuh es uno de los 4 primeros varones creados y formados con esencia divina de inteligencia y sabiduría de entendimiento, y que es el dueño espiritual del elemento fuego. Su esposa: Cahá Paluná, Agua de Luna. Los otros 3 nombres: Balam Acab, Mahucutaj e Iquí Balam que constituyen los otros 3 elementos de la naturaleza: Tierra, aire, agua.
El otro símbolo lo constituye el Jaguar, o leopardo americano, que en un dibujo maya, se constituye como el emblema de un banco del sistema: Banco Cuscatlán. El Jaguar personifica los 4 elementos de la naturaleza, siendo su figura, el signo clásico distintivo de la sorprendente civilización maya. Su nombre Balam, que significa fuerza, potencia y también jaguar.
A través del estudio del cielo, los mayas astrónomos se dieron cuenta que la luz es la fuente de la vida, todo es luz y todo procede de ella; es energía y también el origen de todas las otras energías. Comprendieron que todo lo que es o existe en la tierra, viene de la luz y calor, del árbol de la vida de luz; el sistema planetario, cuyo centro, el sol (en ese mismo tiempo Europa creía equivocadamente que la Tierra era el centro, no solo de nuestro sistema Solar, sino de todo el Universo). El sol, llamado Ajpop, es el rey legislador, comandante supremo del Quiché; el Ajpop Camjá es la reina que da toda forma de vida para la tierra, la luna, ellos junto con los planetas, son Calel Ajtzic Vinac. Las doce constelaciones del zodíaco aparecen en el Popol-Vuh con sus nombres antiquísimos mayas.
Veamos algunos versículos:
“Uno solo es el origen de la existencia de la vida. Una sola es su trayectoria. Así son las cualidades de la luz blanca de la verdad. Luz que ha venido de la oscuridad de la poderosa vacuidad de la esfera del espacio vacío: Tepeu Cucumatz.
Matriz gestante de toda forma de vida del universo, que es la que está en la oscuridad profunda e impenetrable del fondo del corazón, en las profundidades insondables de su prístino origen. Del espacio negro vacío que llena la esfera del universo salió la luz; esa oscuridad es la madre, origen de la luz.
Esto es mucho más profundo y abstracto que las mitologías griega y romana y los conocimientos elementales teológicos del resto de los pueblos bárbaros de Europa. Eso era de esperarse, porque los mayas idearon el cero (máxima abstracción humana) y los europeos tuvieron que esperar que los árabes se lo enseñaran. Merece especial acotación el versículo 857 del Popol-Vuh que menciona a Cahaba-Ja como el gran templo tabernáculo donde está la roca viva de todo el conocimiento, que es reverenciada por todos los reyes del Quiché: el árbol de la vida, y también es venerada por todas las tribus a la redonda. Los peregrinos visitantes entraban primero a hacer sus sacrificios de ofrendas encendida, incensando su pom aromático ante la presencia del gran dios Tohil.
Y la fuente florida de aguas cristalinas, es la fuente del cielo que rebalsa aguas de vida: Zutu-Ja.
Además, en 862 y 863 se explicaba del ayuno riguroso que ellos hacían, y mientras ayunaban cumplían una total abstinencia sexual.
La similitud con el Islam está más allá de una coincidencia occidental, el templo más sagrado en la Meca es la Caaba; la piedra negra (Jashar al Asuad) se encuentra en dicho templo; el pozo, Sum-sum (Zutu) fue un regalo de Dios; allí se realiza el peregrinaje y antes, la Meca fue el más importante mercado de incienso. El ayuno islámico también es radical y contempla también la abstinencia sexual.
Hay otras coincidencias y esto nos refuerza la idea del origen árabe de Topiltzin-Quetzacoatl de los aztecas; también llamado Cuculkán por los mayas y Tohil o Gucumatz por los mayas-quiché.
El intercambio benevolente entre la cultura árabe y otras culturas, contrasta con las conquistas europeas; salvajes y destructoras.
Hay asimismo enseñanzas ejemplares en las enseñanzas indígenas. Lo vemos con el mensaje de los indios americanos sobre la ecología y el desarrollo en equilibrio con la naturaleza y que una compañía transnacional se ha encargado de difundir.
Menos conocidos son los mensajes del Popol-Vuh; veamos aunque sea uno.
“Hubo un personaje orgulloso que quiso engrandecerse a sí mismo, su nombre Vucub-Caquix.
¡Yo soy grande en poder!¡Yo estoy por encima de toda la gente creada y formada! ¡Yo soy el Sol! ¡Yo soy su luz! ¡Yo soy la luna! ¡Yo soy también su luz! ¡Grande es mi iluminación esplendorosa! ¡Así es!
¡Porque de oro son los ojos de mi rostro! ¡También mis dientes brillan como piedras preciosas, con destellos iridiscentes verde brillantes de esmeraldas! Mi nariz y mi trono brillan porque son de oro.
Así era la expresión de Vucub-Caquix pero no era que fuera el sol, sino él mismo se vanagloriaba de su riqueza y poder y del brillo de su oro.
Pero en realidad, la faz de la luz de su rostro alumbraba únicamente en un solo lugar, alrededor suyo.
Falso y malo, quedó abatido cuando le quitaron sus piedras preciosas y se decretó su muerte y la de sus 2 hijos:
Zipacná (el que forma cerros y volcanes) y Cabracán (el que hace temblar la tierra); cuya arrogancia y petulancia fueron heredados de su padre.
En este mundo no deben florecer los Gupux-Caquix, los amantes del metal y del poder, los soberbios que todo lo destruyen; sino aquellos que moverán la tierra con el bien, no como CapraKán, para destruir.
El Popol-Vuh es un libro de singular belleza; y esto que sólo una parte está disponible. El resto fue destruido por los conquistadores o, permanece oculto.