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Biografía Manuel II Paleólogo / Imperio Bizantino II

Miércoles, 27 de septiembre de 2006.

El día de ayer hablábamos de la biografía del Emperador de Bizancio, Manuel II Paleólogo. El hombre que hablaba que los musulmanes predicaban con la violencia y él era el primero en ejercerla cuando las condiciones se lo permitían. A pesar de haber sido sometido varias veces por el ejército turco, ser incluso rehén, vasallo y súbdito; nunca se le obligó o coaccionó para que se hiciera musulmán. La lucha era entre 2 imperios: imperio bizantino e imperio turco; no entre 2 religiones ¿O acaso la historia no lo demuestra de esa manera?
Envalentonado por la derrota del ejército turco por los mongoles, sintió que podía liberarse de su yugo, pero cometió un error: lo trasladó a un odio religioso; quemando y destruyendo mezquitas y persiguiendo y expulsando musulmanes en Constantinopla; tirando la primera piedra y permitiendo la retaliación o venganza. Más culpable es el que tira la primera piedra.
Los turcos logran recuperarse ya que los invasores mongoles se vuelven musulmanes y el imperio mongol se resquebraja en los numerosos hijos de Timurlang (Tamerlán) y el imperio turco otomano se recupera. En 1413 llega al trono Mahomet I, quién sin embargo deja en paz a los balcanes y a Constantinopla, dispuesto a consolidar sus dominios en Asia Menor.
No obstante, Manuel II, estaba siempre maquinando para sacarse de encima al vecino “infiel”, a pesar de todas las políticas de paz que aparentaba y juraba.

A pesar de una enorme decadencia en Constantinopla, hubo un renacimiento en Bizancio, con el pensamiento de Pletón, en el Peloponeso, Grecia. Pletón quería transformar al Peloponeso en el punto de partida para la renovación del imperio Bizantino, convirtiéndolo en un imperio helénico, con la vuelta a los dioses de antaño y a la forma de Gobierno que predicaba Platón. Seguido incluso por los hijos de Manuel II. Muchos historiadores creen que ese hubiere sido el destino de Bizancio, si éste hubiere subsistido. La vuelta al paganismo helénico, en lugar del monoteísmo musulmán. Una versión moderna lo constituye el nuevo planteamiento: una simbiosis entre el cristianismo y el pensamiento helénico purificado, sin dioses paganos, pero imbuido de la filosofía y apartado aún más de la revelación judeo-musulmana oriental

Con la muerte de Mahomet I, el Imperio Otomano se debate entre 2 sucesores Murad II y Mustafá. Manuel II apoya a Mustafá y éste pierde. Murad II resentido vuelve con la antigua tradición de la Conquista de Constantinopla.
Manuel para ganar tiempo, en 1424 negocia nuevamente con Murad II, acordando pagar un tributo y cediendo todos los puertos del Mar negro, excepto 2, y con ellos, todos sus habitantes, al musulmán invasor, que Manuel II, supuestamente odiaba. Ese tratado, fue la culminación bochornosa del reinado de Manuel II. Los patriarcas de Constantinopla: Antonio IV, Macario, Calixto II, Xantópulo, Mateo, Eutimio II y José II, lo apoyaron en todo, entre ello, permanecer separado de la Iglesia Católica Romana.
En el estado caótico que Constantinopla se encontraba, bien pudo evocarse las palabras del poeta:
Dios mío ¿Dónde has quedado tú, Gloria de la Antigua Roma?
La grandeza de tu imperio está hoy día despedazada y se puede aludir a ella aplicando las palabras de Jeremías: “La que era considerada a los ojos de las naciones, princesa de todas las provincias ha sido sometida hoy al tributo.
Quien hubiera creído que hubieras caído en una miseria tan profunda; que tú después de haber dirigido el mundo llegarías a no tener casi ningún poder.
Con la muerte de Manuel II fue heredada a su hijo Juan VIII y después a su hijo Constantino XI quien finalmente la perdió. Murad II heredó a Mehmet I quien finalmente la tomó en 1453.

Al analizar este así comentado en la Prensa Nacional e Internacional, es bueno tomar en consideración lo siguiente:

1. Las religiones pueden hablar entre ellas, de paz, ética, familia, tolerancia o secularización, pero no de los textos sagrados del otro, porque ello provoca una inmediata reacción y enfrentamiento; al tocar la propia identidad.

2. No se puede hablar sobre temas que no se conocen a profundidad. Debe reconocerse que aún siendo un erudito, hay temas donde nuestro conocimiento no pasa de ser elemental.

3. No mencionar frases de otros personajes, con las cuales no estemos de acuerdo.

4. No poner como ejemplo personajes decadentes, deslucidos, desteñidos y resentidos. El emperador Bizantino Manuel II Paleólogo es uno de ellos.

5. Cuando nos refiramos a temas religiosos y queramos criticar actitudes, debemos, hablar de personas, no de los fundamentos de las religiones. Las personas podemos equivocarnos; la palabra de Dios; a través de sus enviados, no.