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Salvadoreños de Orígen Palestino / Respeto/ Aporte al país (mención de 100 años de soledad)

Lunes 28 de agosto de 2006.-


A pesar de todas las discriminaciones históricas, obstáculos, edictos vergonzosos e incluso persecuciones en nuestro país; el árabe surgió. Y con ese gran triunfo logrado y el gran aporte en todos los aspectos, entregado a la patria salvadoreña, demostramos que no somos razas perniciosas, sino todo lo contrario.
Por eso no sólo pedimos, sino exigimos respeto. Al Gobierno salvadoreño le solicitamos analice las situaciones anómalas que mencionamos en el programa anterior, y les dé de una vez por todas, las soluciones adecuadas. Como bien lo dijo Goethe: “Cada momento es único y ¡éste es el momento!
Hago también un llamado a los dirigentes de la colectividad salvadoreña de origen árabe, a que se constituyan en garantes de la solución de la problemática; que no debe persistir por más tiempo. Deben de comprender que ser un dirigente conlleva un enorme privilegio pero también una responsabilidad de igual magnitud.

Mientras tanto, no preguntamos:
¿Qué pasa con nosotros? ¿Qué pasa con nuestro Estado Democrático? Si seguimos la lógica; ¿nuestra fuerza es también la causa de nuestros problemas? ¿Es el crecimiento espectacular de la Comunidad Salvadoreña de origen árabe, mayormente palestino, a pesar de las circunstancias adversas, fuente de temor y alerta? Si han progresado a pesar de todos los decretos negativos. ¿Qué pasará si siguen progresando?
No hay duda, de que el inmigrante árabe estaba dotado de características muy propicias para incursionar en actividades comerciales arriesgadas. Sin desconocer otros rasgos de su personalidad, llamaba la atención, por su claro perfil económico, caracterizado esencialmente por su capacidad para emprender. Otra cualidad que le ayudó en esta iniciativa fue su espíritu de superación y el deseo permanente de no quedarse atrás y de esforzarse por salir adelante en cada uno de los proyectos iniciados. A esto se derivó el éxito económico en el desarrollo de la empresa privada, su constante actuación en la vida pública y su notable prestigio profesional en los más diversos campos de la cultura.
Se puede decir que la inmigración árabe ha constituido un real aporte a El Salvador. Su huella se puede apreciar en todos los ámbitos.
El dinamismo, la perseverancia, su innata capacidad y su voluntad de triunfar, llevaron al árabe, al lugar donde se encuentra. El capital logrado merece un aplauso, porque el único capital digno de elogio es el conseguido con esfuerzo y honradez.

El escritor Gabriel García Márquez, premio Nobel de literatura, define ese carácter brillantemente en su célebre obra: 100 años de soledad.
Macondo era un pueblo pintoresco, pero sobrevino la desgracia:
He aquí unos párrafos extractados:
“Llovió 4 años, 11 meses y 2 días. Se desempedraba el cielo en unas tempestades de estropicio, y el norte mandaba unos huracanes que desportillaban techos y derrumbaron paredes y desenterraban de raíz, las últimas cepas de las plantaciones”.


Y más adelante agrega: un viernes a las 2 de la tarde se alumbró el mundo con un sol bobo, bermejo y áspero como polvo de ladrillo, y casi tan fresco como el agua. Y no volvió a llover en 10 años. “Macondo estaba en Ruinas, en los pantanos de las calles quedaban muebles despedazados; esqueletos de animales cubiertos de lirios colorados; últimos recuerdos de las hordas de advenedizos que se fugaron de Macondo tan atolondradamente como habían llegado. Las casas, paradas con tanta urgencia durante la fiebre del banano, habían sido abandonadas. La compañía bananera, desmanteló sus instalaciones; de la antigua ciudad alambrada sólo quedaban los escombros. Las casa de madera, las frescas terrazas donde transcurrían las serenas tardes de naipes, parecían arrasadas por una anticipación del viento profético, que años después habría de borrar a Macondo de la faz de la tierra”.
Y luego continúa:
La calle de los Turcos, era otra vez la de antes, la de los tiempos en que los árabes hallaron en Macondo un buen recodo para descansar de su condición de gente trashumante. Al otro lado de la lluvia, la mercancía de los bazares estaba cayéndose a pedazos, los géneros abiertos en la puerta estaban veteados de musgo, los mostradores socavados por el comején y sus paredes carcomidas por la humedad; pero los árabes de la tercera generación estaban sentados en el mismo lugar y en la misma actitud de sus padres y sus abuelos, taciturnos, impávidos, invulnerables al tiempo y al desastre; tan vivos o tan muertos como estuvieron después de la peste del insomnio y de las 32 guerras del General Aureliano Buendía. Era tan asombroso su fortaleza de ánimo ante los escombros.
A esto agregamos:
Si pensamos en función país y no en la temida competencia. Este carácter del árabe deber ser aplaudido y no temido. La emigración árabe (en su mayoría de origen palestino) es parte integrante del pueblo salvadoreño.
Está empezando la sexta generación y ya echó raíces profundas en esta tierra; ningún problema hizo que el palestino inmigrante se fuera, ni en los terremotos, ni con las erupciones volcánicas; ni con las persecuciones, ni en la guerra, ni con la delincuencia; ni con la situación política difícil; ni con los problemas económicos; ni con las inundaciones; ni ante las enfermedades; ni ante nada ni ante nadie.
Como ya lo mencioné en otro programa:
“Somos salvadoreños 100% orgullosos de pertenecer a esta patria bendita, El Salvador, pero también nos sentimos orgullosos de nuestro origen árabe – palestino.
El pensamiento común del salvadoreño de origen árabe palestino, puede ejemplarizarse en el siguiente verso del poeta:
¡Oh, mi dolor orgulloso
mi patria no es una valija
y yo, ya no soy un viajero.
Eché raíces... y estoy fijo,
Estoy loco! Y esta tierra es mi
Locura
Aquí estamos y aquí continuaremos, luchando por nuestros ideales y nuestros principios.
¡El Salvador también es nuestro!