Desarrollo Rural
Martes 11 de Julio de 2006.-
Un problema agudo – sin solución todavía y sin preocupación para encontrarlo – lo constituyen las casi 1 millón de manzanas de tierra ociosa en el país, en poder de propietarios sin interés agrícola, o de personas demasiado pobres que no tienen medios económicos para cultivarla. Esto se agrava porque no existe una planificación tecnológica estatal de orientación, sobre qué, porqué y cómo cultivar. A no ser una posición descabellada de sembrar “tempate” en todas ellas para solucionar nuestro problema energético (?!). Menos mal que sólo era una ocurrencia ingenua y no, un plan real de desarrollo.
Fuera de ello, el recibo de remesas por la población campesina: casi el 90% de los envíos monetarios se usan para consumo y menos del 1%, en la compra de insumos agrícolas. El flujo de remesas hace que muchas personas – sobre todos los campesinos – no esté dispuesta a trabajar en la agricultura, donde el trabajo es tedioso y las ganancias – cuando las hay – son mínimas; y tampoco a emplearse por una remuneración escasa. El salario mínimo mensual en agricultura es $76.00, no revisado desde hace 8 años, a pesar de la inflación, que encarece permanentemente los medios de subsistencia del pueblo.
La situación de pobreza en las comunidades rurales es asfixiante y el recibo de remesas tan sólo sirve para que la pobreza sea tan sólo parcialmente tolerable; considerando también la capacidad de aguante de nuestro pueblo y su acostumbramiento habitual a la misma. En las zonas rurales, un 28% carece totalmente de electricidad y un 60% carece de agua potable por cañería.
La pobreza en nuestro pueblo existe en todos los municipios, variando únicamente la intensidad de la misma, desde la miseria, o pobreza extrema severa; hasta condiciones de pobreza moderada, pasando por condiciones de pobreza intermedia. Según estudios serios, sin las remesas, más de la ½ de la población salvadoreña saldría de la pobreza, pero para caer en la miseria extrema.
Se requiere de grandes enfoques, tecnología apropiada, desarrollo rural, empleo, integración familiar, unidades productivas rurales agropecuarias e industriales, formando circuitos integrados de desarrollo y buscando el mayor grado de autosuficiencia, con mayor énfasis en la zona norte del país, la más abandonada. Sin un plan de desarrollo integral concomitante de la zona norte, la construcción de la carretera longitudinal del norte, por sí sola, constituiría un derroche innecesario.
Se necesita de un desarrollo rural real para los campesinos y habitantes de esa zona, donde la nueva carretera podría servir como eje central; y no que ésta sirva para crear negocios alrededor de la misma, con énfasis en servicios e inversiones foráneas, cuyo plan principal es invertir capital y tecnología tradicional y utilizar el mínimo elemento humano posible; o bien como paso de transporte internacional o vehículos importados, donde los campesinos en su gran mayoría, no serán sus propietarios.
Todo proyecto no es ni bueno ni malo en sí mismo. Si no, que ambos; dependiendo como se enfoque y como se desarrolle.
En las naciones de bajos ingresos, la agricultura ocupa entre el 35% y el 70% de la fuerza laboral, proporciona alrededor de la mitad del producto nacional bruto y suministra más de la mitad de los artículos de consumo. Fuera de eso, si la tasa de empleo se incrementa sin que haya aumento similar en el suministro de alimentos, se intensificaría la presión inflacionaria, ya que las clases trabajadoras destinan en alimento gran parte del aumento de sus ingresos.
El desarrollo agrícola, basado en gran parte en la producción de alimentos, tiene que planificarse para obtener una diversificación alimentaria. Producir en exceso un alimento, lo que daría enormes problemas de almacenamiento, pérdida de recurso y abaratamiento del precio, junto con la escasez de otros, agrandaría el problema en lugar de corregirlo. La siembra planificada de granos básicos tradicionales: maíz, arroz, frijol y maicillo, debería equilibrarse y además completarse con otros productos agrícolas y pecuarios, que ayudarían a satisfacer las necesidades alimenticias del pueblo, incluyendo las proteínas necesarias, desde mucho tiempo deficientes.
Los sistemas agrícolas de monocultivo moderno, producen una alta productividad neta; pero a la larga son negativos; requieren grandes subsidios de energía fósil, no contribuyen bioquímicamente a la dieta del pueblo, utilización de espacio pobre (espacio tridimensional no ocupado); estabilidad baja (uso químico abundante de plaguicidas, insecticidas, herbicidas, etc.), deforestación, concentración de capital (viabilidad social volátil) y satelismo con los países desarrollados; exceptuando parcialmente el café, por su condición de planta perenne y que necesita sombra para su protección.
Análogo a los sistemas naturales, los cultivos deberían diversificarse en un área de cultivo, utilizando no sólo área de terreno, sino también su cubicaje (aire y profundidad terrestre), buscando especies mutuamente provechosas (simbiosis), o especies de diversificación en las necesidades de espacio vital, evadiendo al mismo tiempo epidemias, a través del control biológico por la diversidad de plantas.
Finalmente debe desarrollarse la agroindustria, incluso con pequeñas inversiones, altamente rentables.
Un problema agudo – sin solución todavía y sin preocupación para encontrarlo – lo constituyen las casi 1 millón de manzanas de tierra ociosa en el país, en poder de propietarios sin interés agrícola, o de personas demasiado pobres que no tienen medios económicos para cultivarla. Esto se agrava porque no existe una planificación tecnológica estatal de orientación, sobre qué, porqué y cómo cultivar. A no ser una posición descabellada de sembrar “tempate” en todas ellas para solucionar nuestro problema energético (?!). Menos mal que sólo era una ocurrencia ingenua y no, un plan real de desarrollo.
Fuera de ello, el recibo de remesas por la población campesina: casi el 90% de los envíos monetarios se usan para consumo y menos del 1%, en la compra de insumos agrícolas. El flujo de remesas hace que muchas personas – sobre todos los campesinos – no esté dispuesta a trabajar en la agricultura, donde el trabajo es tedioso y las ganancias – cuando las hay – son mínimas; y tampoco a emplearse por una remuneración escasa. El salario mínimo mensual en agricultura es $76.00, no revisado desde hace 8 años, a pesar de la inflación, que encarece permanentemente los medios de subsistencia del pueblo.
La situación de pobreza en las comunidades rurales es asfixiante y el recibo de remesas tan sólo sirve para que la pobreza sea tan sólo parcialmente tolerable; considerando también la capacidad de aguante de nuestro pueblo y su acostumbramiento habitual a la misma. En las zonas rurales, un 28% carece totalmente de electricidad y un 60% carece de agua potable por cañería.
La pobreza en nuestro pueblo existe en todos los municipios, variando únicamente la intensidad de la misma, desde la miseria, o pobreza extrema severa; hasta condiciones de pobreza moderada, pasando por condiciones de pobreza intermedia. Según estudios serios, sin las remesas, más de la ½ de la población salvadoreña saldría de la pobreza, pero para caer en la miseria extrema.
Se requiere de grandes enfoques, tecnología apropiada, desarrollo rural, empleo, integración familiar, unidades productivas rurales agropecuarias e industriales, formando circuitos integrados de desarrollo y buscando el mayor grado de autosuficiencia, con mayor énfasis en la zona norte del país, la más abandonada. Sin un plan de desarrollo integral concomitante de la zona norte, la construcción de la carretera longitudinal del norte, por sí sola, constituiría un derroche innecesario.
Se necesita de un desarrollo rural real para los campesinos y habitantes de esa zona, donde la nueva carretera podría servir como eje central; y no que ésta sirva para crear negocios alrededor de la misma, con énfasis en servicios e inversiones foráneas, cuyo plan principal es invertir capital y tecnología tradicional y utilizar el mínimo elemento humano posible; o bien como paso de transporte internacional o vehículos importados, donde los campesinos en su gran mayoría, no serán sus propietarios.
Todo proyecto no es ni bueno ni malo en sí mismo. Si no, que ambos; dependiendo como se enfoque y como se desarrolle.
En las naciones de bajos ingresos, la agricultura ocupa entre el 35% y el 70% de la fuerza laboral, proporciona alrededor de la mitad del producto nacional bruto y suministra más de la mitad de los artículos de consumo. Fuera de eso, si la tasa de empleo se incrementa sin que haya aumento similar en el suministro de alimentos, se intensificaría la presión inflacionaria, ya que las clases trabajadoras destinan en alimento gran parte del aumento de sus ingresos.
El desarrollo agrícola, basado en gran parte en la producción de alimentos, tiene que planificarse para obtener una diversificación alimentaria. Producir en exceso un alimento, lo que daría enormes problemas de almacenamiento, pérdida de recurso y abaratamiento del precio, junto con la escasez de otros, agrandaría el problema en lugar de corregirlo. La siembra planificada de granos básicos tradicionales: maíz, arroz, frijol y maicillo, debería equilibrarse y además completarse con otros productos agrícolas y pecuarios, que ayudarían a satisfacer las necesidades alimenticias del pueblo, incluyendo las proteínas necesarias, desde mucho tiempo deficientes.
Los sistemas agrícolas de monocultivo moderno, producen una alta productividad neta; pero a la larga son negativos; requieren grandes subsidios de energía fósil, no contribuyen bioquímicamente a la dieta del pueblo, utilización de espacio pobre (espacio tridimensional no ocupado); estabilidad baja (uso químico abundante de plaguicidas, insecticidas, herbicidas, etc.), deforestación, concentración de capital (viabilidad social volátil) y satelismo con los países desarrollados; exceptuando parcialmente el café, por su condición de planta perenne y que necesita sombra para su protección.
Análogo a los sistemas naturales, los cultivos deberían diversificarse en un área de cultivo, utilizando no sólo área de terreno, sino también su cubicaje (aire y profundidad terrestre), buscando especies mutuamente provechosas (simbiosis), o especies de diversificación en las necesidades de espacio vital, evadiendo al mismo tiempo epidemias, a través del control biológico por la diversidad de plantas.
Finalmente debe desarrollarse la agroindustria, incluso con pequeñas inversiones, altamente rentables.