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Historia Àrabe

Miércoles 29 de Marzo de 2006 .–


Si bien es cierto que la emigración masiva de árabes a América Latina, incluyendo nuestro país se dio a finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX, es tan sólo la emigración reciente.
Siglos antes, Siglos XVI y XVII una emigración mucho mayor se dio recién descubierta América, por árabes y judíos conversos que huían del incumplimiento por la Monarquía española de los acuerdos de capitulación en el Andalus, que comprendía entre ellos, el respeto, a las religiones musulmanas y judía y a su herencia cultural y patrimonio. Sin embargo, la orden de expulsión de los judíos primero y musulmanes después, fue el resultado del incumplimiento de los acuerdos, que ha sido la tónica histórica de los imperios europeos.
A los judíos y musulmanes se les dio la oportunidad de quedarse, sólo si abjuraban de su religión, dejaran de hablar árabe, cambiaran sus costumbres y tradiciones y castellanizaran sus apellidos.
Y para su cumplimiento se creó la “santa inquisición”.
Muchos emigraron para América, una zona recién descubierta, alejada del poder central.
Es así lógico y sostenido por muchos, la idea de una emigración masiva, en los Siglos XVI y XVII, de miles de moriscos a América donde difundirían el arte mudéjar y otros elementos de la cultura árabe. Quizá haya sido el ilustre francés Manuel Toussaint el que más haya contribuido a difundir esta idea; en su obra “arte mudéjar en América” (Editorial Porrúa, México).
Otros autores como Rolf Reicher “Musulmanes en Brasil” (Almenara 1971), mantiene la tesis que muchos moriscos (árabes de la España medioeval) encontraron refugio en Brasil.
El hecho de que todas las construcciones españolas en América son de arte mudéjar (árabe) refuerza esa idea. Aunque algunos escritores monárquicos como el Marqués de Lozoya quieren disminuir esta influencia, al afirmar que “en el siglo XVI todos los albañiles y carpinteros de España conocían las estructuras moriscas, por muy pura que fuese su cristiandad”; se olvida que la mayoría de ellos eran moriscos y algunos judíos, todos conversos, ya que conociendo el desprecio de los monárquicos españoles por las artesanías y el comercio, a los que consideraban profesiones viles, no habían muchos de ellos.
Además, ir a América, con lo penoso y tardado del viaje, no era un estimulo para gente profundamente arraigada en suelo español. Para el perseguido o señalado, un nuevo mundo era una panacea. Además un español que conoce entre otros el arte mudéjar (árabe) puede trabajar en él, pero no en forma exclusiva, como puede verse en todas las construcciones coloniales. Esto tiene que ser obra del que considera el arte morisco, mudéjar o árabe como suyo propio.
Otros escritores han dado como incuestionables las afirmaciones de Toussaint, entre ellos James Lockkart (1982) en su libro titulado “El Mundo Hispanoamericano” Siglo XVI y XVII.
En su libro “Vinieron los Sarracenos… El universo mental de la conquista” (DESCO, Lima, 1993), el historiador Nelson Manrique en lo que se refiere a la presencia de mujeres moriscas en el Perú del Siglo XVI. Refiriéndose a ellas, dice que algunas de éstas permanecieron en posiciones marginales, como criadas, otras asumieron el papel de españolas y que también las hubo que alcanzaron una elevada condición social. A este respecto, menciona dos casos, el de Juana Leyton, quien terminó casándose con un italiano que llego a ser encomendero en Arequipa y sobre todo, el de la más famosa de todas, Beatriz, quien llegó al Perú en 1532, casándose con el veedor real García de Salcedo, convirtiéndose así en la esposa de uno de los funcionarios de más alto rango y de los hombres más ricos del Perú. El caso de esas dos mujeres, particularmente el de Beatriz, tiene su versión masculina más elocuente en la persona del morisco Cristóbal de Burgos, amigo y protegido de Francisco Pizarro, que llegó a ser regidor perpetuo de Lima y se convirtió en un rico encomendero. Para ampliar este tema, ver la introducción de Mercedes García Arenal al libro al Andalus allende el Atlántico y el estudio de Maria Jesús Viguera titulado Mudéjares y moriscos; el Islam en la Península Ibérica (siglos XI a XVII y sus relaciones culturales).
Partiendo de esa llegada de moriscos (árabes de la España Medieval) se han desarrollado otras ideas. Como un ejemplo, se considera al gaucho argentino, de origen árabe por el lado paterno, es decir que el gaucho seria un mestizo, producto de la unión de los “árabes” llegados de España y África, en el Siglo XVII con mujeres indias. La semejanza en el uso y manejo del caballo, el tipo de producción económica y los hábitos similares refuerzan la idea. El termino “gaucho” deriva del árabe “haushi” que significa marginado y que también le da vida al vocablo chileno “guaso”.
Hay que considerar además, que la mezcla con las razas nativas fue mayormente con los españoles moriscos o judíos. El monárquico español, más racista, mantuvo su “pureza” y su poder.
De acuerdo a esa clasificación racista, el indio y mestizo hacía las labores más sometidas; cuando éstas requerían de mayor fuerza física se importó al negro y mulato y cuando se necesitaba trabajar más técnicamente (comercio, talabartería, construcción, navegación, herrería), etc; esto es, todas las artes y oficios, incluyendo el Comercio y los trabajos manuales, se utilizó al árabe y al judío, perseguidos y luego “conversos” de la España medioeval.
El origen de muchos apellidos que tienen un origen castizo desde el Siglo XVI, tienen un origen árabe o judío, si se remontan a siglos anteriores.
De esa forma, la emigración árabe a El Salvador que pertenece al 1% de la población salvadoreña, no se constituye únicamente con la reciente y evidente de los Siglos XIX y XX sino que también con una más masiva y prácticamente olvidada y que estamos estudiando y develando, de los Siglos XVI y XVII, donde se encuentran involucrados la mayoría del pueblo salvadoreño, a través del elemento árabe en la sangre española.