Paul Wolfowitz ¿Injusticia o corrupción?
Martes, 29 de mayo de 2007.
Paul Wolfowitz presentó el 17 de mayo de 2007 su dimisión como presidente del Banco Mundial tras las fuertes críticas y presiones que recibió, por haber promovido a su compañera sentimental y mejorado su salario, en un aparente tráfico de influencias.
Sin negar la capacidad de su novia y sin considerar que fue trasferida al Departamento de Estado Norteamericano, tratando de evitar un conflicto de interés, fue señalado, porque el aumento salarial otorgado, fue realizado a sus instancias y superó el “rango” y redujo procedimientos, para dicho aumento. La diferencia: US $50,000 anuales.
Si consideramos el poder económico del Banco Mundial y su solvencia y lo comparamos con un Ministerio o una Institución autónoma del Gobierno Salvadoreño y su estado actual de escasez de dinero y prácticamente insolvencia, esa cantidad equivaldría a un derroche ministerial (en El Salvador) alrededor de US $3,000 al año.
Y Paul Wolfowitz fue removido (o lo obligaron a dimitir). Y en nuestro País, con cantidades señaladas de “millones”, las cosas continúan como que nada.
…Si nos gusta ser simplemente copias y carecemos de originalidad, porqué al menos no copiamos lo bueno…
¡Cero impunidad y total transparencia!
Paul Wolfowitz, no es un personaje cualquiera. Doctorado en Ciencias Políticas; fue el segundo a bordo en el Pentágono nominalmente; (aunque muchos consideraban que era realmente el Nº1), en plena guerra de Irak y Afganistán y tras los atentados del 11 de septiembre. Su desempeño durante 2 años al frente del Banco Mundial fue encomiable; tales como:
Fue un funcionario capaz y a la vez, un funcionario casi totalmente honesto; a no ser, por este pequeño desliz.
Capacidad más casi honestidad, un binomio casi perfecto. El casi se vuelve nefasto cuando se tienen enemigos. Y Wolfowitz los tenía a montones. Por otro lado y analizando todos los gobiernos del mundo podemos afirmar, de que si bien hay funcionarios decentes y honestos, la corrupción es la regla y la honestidad intachable es la excepción. Un funcionario corrupto señalado a bombos y platillos, no es un ejemplo de que la corrupción se castiga y se sanciona; purificando totalmente al Gobierno. Es simplemente uno que sale a la luz de muchos que se encuentran escondidos. A veces, incluso más grandes.
Pero se necesita, según Mariano Pinto, en El Salvador al menos; ex – director del ISSS, señalado en muchos casos de corrupción, durante su gestión al frente de esa Institución, de tener padrinos poderosos, para que pase lo que pase, no les pase nada.
Esto se confirma con la situación evidente de que hay funcionarios señalados con enormes reparos y grandes señalamientos de corrupción e incluso son públicamente protegidos en las altas esferas gubernamentales y funcionarios a quienes se les repara pequeñas cantidades son denunciados públicamente con aquello de “que los corruptos no tienen cabida en el Gobierno y que la corrupción debe señalarse y publicarse”. No puede haber doble verdad ni doble trato. Eso es injusticia.
A los pequeños delincuentes se les castiga generalmente con todo el peso de la ley. A los grandes, ni siquiera se les menciona y continúan impunes. A los medianos, bueno, en contadas ocasiones se mencionan a algunos, se desacreditan, aunque muy rara vez son condenados. Si lo son, muchas veces se les permite huir a los pocos procesados; son, los que el pueblo reconoce como “los chivos expiatorios”.
Wolfowitz tenía padrinos poderosos; es más, él es poderoso, dentro de los Estados Unidos; pero Europa, aparentemente aliada de los Estados Unidos, aunque competencia real, al fin y al cabo; desea esa plaza y combatirá por cancelar el acuerdo no escrito que concede el privilegio de la presidencia del Banco Mundial a un norteamericano.
Como mencioné en un programa de Aclarando Conceptos; la corrupción en las esferas gubernamentales, desgasta todo Gobierno, bajándole su popularidad hasta el punto de poder recibir un voto de castigo en las futuras elecciones.
Pero sólo hay algo más negativo que un funcionario corrupto y es un funcionario corrupto y a la vez incapaz. Este es un binomio explosivo y por ende mucho más destructor.
Es elemental que siempre existirá corrupción en todos los gobiernos del mundo. El poder corrompe. Imposible de eliminar totalmente. Es parte de la debilidad humana. Esa es una razón suficiente, por la que algunos no deseemos accesar a puesto públicos. Y también la misma razón, por lo que muchos son felices al obtenerlos. Bien se comenta la oración del corrupto: ¡Señor, Señor, no te pido que me des; ponme donde hay y de lo demás, yo me encargo.
Hay dos conceptos filosóficos que los funcionarios de turno, muchas veces los confunden:
1-Servidores públicos, en el concepto de servir al pueblo; no, servirse de él.
2-Vender al país; lo que significa promocionar la imagen del país; no literalmente, venderlo.
El pueblo (y pueblo somos todos), ya no aguanta más y se encuentra protestando, muchas veces, en silencio agobiador ¿Tiene miedo? ¿Está cansado de protestar? O ¿No está acostumbrado a hacerlo?
En este último caso están muchos empresarios, que están tambaleando, porque no aguantan el aumento de la gasolina, de los servicios, de la delincuencia; del acoso fiscal; de los cobros indebidos en las aduanas; de la competencia desleal, sobre todo, internacional; de la corrupción descarada en las licitaciones; de la impunidad; de la falta de transparencia; del aumento del costo de la vida; de la tardanza en el arreglo de las calles; de las multas generalizadas; etc., etc.
Y algunos opinan que hay funcionarios que están tratando de rascar de donde sea, en forma desesperada. ¿Se les acabó el tiempo? ¿O tan sólo sienten que se les acaba?
Un último consejo a los corruptos: ¡Señores, si no pueden dejar de serlo; al menos traten de que no se les pase la mano! Y créanme, se les está pasando y eso es evidente.
A los políticos: Ojo con las elecciones. Dícese que la codicia rompe el saco, y también rompe ilusiones.
Y finalmente para los honrados(a ver si les sirve de consuelo, o si no, al menos de resignación): recuerden que no hay mal que dure cien años; ni paciente que lo aguante.