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¿Estabilidad o decadencia en la ecnonmía salvadoreña?

Miércoles 1 de Agosto 2007

Nuestro País, a pesar de su estabilidad Macroeconómica, presenta síntomas inequívocos de una economía en decadencia: altos niveles de desempleo, ingreso per-cápita bajo y mal distribuido, agricultura abandonada, enorme déficit en las finanzas públicas, escaso desarrollo económico e ínfimo desarrollo social; disminución progresiva de la producción, con el cierre de empresas o sub-utilización de la capacidad instalada; porcentaje elevado de la población alcanzando apenas niveles mínimos de subsistencia y un sector incipiente y en aumento, que empieza a padecer hambre, después de décadas de insuficiencia alimentaria; sector industrial emproblemado por competencia de productos extranjeros, cada vez más incisivos por la desgravación arancelaria; sectores deprimidos: Construcción, Maquila Vestuario, Calzado, Textiles, etc. El agro sólo está parcialmente deprimido, debido a los precios coyunturalmente altos de ciertos productos de exportación; aún así, hay enorme cantidad de tierras ociosas; etc. El gobierno ha aceptado políticas sectoriales en el área de turismo y servicios, no en las actividades generadoras de empleo. Muchos sectores no tienen capacidad para exportar por los costos altos y la dolarización; lo que permite aumentar importaciones que compiten con un mercado interno deprimido. No hay así salida para la producción, ya que tampoco hay expansión de la demanda interna necesaria para el crecimiento industrial.

Excesivo gasto del gobierno en asuntos superfluos, y emisión de deuda para refinanciar el gasto público, creciente colocación de certificados de liquidez; bonos, préstamos, fideicomisos, etc. Otros problemas: contaminación exagerada, deforestación masiva, endeudamiento externo, si bien todavía manejable, pero creciendo permanentemente; delincuencia, concentración urbana periférica; desintegración familiar; maras; problemas de salud y educación deficiente a todos los niveles; marginalidad de las grandes mayorías; turismo real escaso; débil exportación; salarios prácticamente congelados; efervescencia social; déficit habitacional enorme y al mismo tiempo, inventario de casas disponibles sin poder venderse, estrechez territorial y sobre-población; dependencia externa, sumisión a los dictados internacionales; débil infraestructura para desastres; carencia de recursos de investigación y desarrollo; ciencia y tecnología rudimentaria; crimen común y organizado; proliferación de casinos junto a una creciente tolerancia y apoyo al vicio; carencia de cultura nacional; débiles términos de intercambio comercial; baja productividad; debilidad de la integridad nacional; subempleo crónico masivo y últimamente, injustamente perseguido; pasividad popular y lentitud de toma de conciencia; agricultura primitiva, rutinaria y no mecanizada; deficiencia de infraestructura; ausencia o insuficiencia de cuadros científicos y técnicos, carencia de una regulación del ejercicio profesional; débil capacidad financiera; sueldos deteriorados; gran preponderancia del trabajo de menores; sistemas rígidos de estratificación social; frustración; desconfianza de la clase política; encarecimiento constante de los bienes y servicios; déficit comercial elevado y en aumento progresivo; estamos entre los 14 países del Mundo con mayor déficit comercial. A junio 2007, las importaciones acumularon 4103 millones y las exportaciones tan solo 1940, menos de la mitad; y en éstas últimas incluyendo los productos en tránsito: insumos de las maquilas; alcohol hidratado, chatarra y hierro; emigración forzosa; cierre de empresas; polarización política; crisis generalizada…

Los problemas anteriores son típicos de un país subdesarrollado y son, en su gran parte, comunes a este tipo de países. En Centroamérica, Nicaragua Honduras y Guatemala, incluso se encuentran peor que nosotros y hay una crisis global de alcance planetario. Talvez esto nos sirva de consuelo, aunque no debemos olvidarnos del refrán popular de: Mal de muchos, consuelo de tontos.

No debemos así olvidar que somos así un país subdesarrollado con enormes problemas. No sólo los gobiernos, sino que todos, somos y hemos sido, solidariamente culpables. Sin embargo estamos en el cruce de caminos de nuestra historia. Dependerá de nosotros, de todos los salvadoreños, tomar la senda de nuestro progreso o de nuestro hundimiento total. Hay que reconocer que el destino de nuestro país, su progreso o decadencia, dependerá de si somos capaces o no, de lograr un desarrollo armónico dual, tanto económico como social; y que la ciencia y el poder se vuelven negativos si se les separa de la justicia y la virtud.

…Una crisis como la actual, de baja producción, insuficientes ingresos, deficiente empleo y dificultades económicas generalizadas, perjudica a la gran mayoría, aunque hará progresar únicamente a los más capaces. La Economía manifiesta, de que en tiempos de crisis, se hacen los mejores negocios; pero solo para algunos, generalmente los más capaces o los mejor conectados. A pesar de que el triunfo del más apto tiene categoría de undécimo mandamiento; hay que reconocer que el conocimiento y el poder nos hacen más fuertes, pero no mejores. La capacidad y la aptitud tienen que combinarse con la hermandad y la solidaridad.

No basta saber que hay compatriotas que están mal. Es necesario que eso sea para nosotros un problema personal. No es posible aislarse y mantenerse egoísta mientras haya salvadoreños hundidos en la miseria. Necesitamos de nuestros funcionarios y de todos los ciudadanos, no solo una incorruptible moral si no también una profunda sensibilidad social.