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La soberbia salvadoreña

JUEVES, 2 DE AGOSTO DE 2007.

…No hay un día – y a veces ni un momento del día, en que no aprendemos algo nuevo: un libro, un mensaje, una charla, un consejo, un ejemplo… aprendemos de todo y de todos. A veces, sin embargo tratamos de enseñar.

Somos así maestros y estudiantes al mismo tiempo, enriqueciéndonos en nuestro contacto permanente con el conocimiento y con la sabiduría de los demás.

No podemos sentirnos así superiores a nadie, pero tampoco debemos sentirnos inferiores. Nuestra autoestima tiene que estar así equilibrada. Tenemos que tener así nuestra dosis mínima de orgullo propio – como seres humanos que somos – pero desechando la soberbia, que no sólo es un orgullo desproporcionado, sino que conlleva despreciar a los demás; no reconociendo sus dotes ni sus atributos…

Debemos comprender además, que la humildad, como virtud suprema sólo existe en los que están revestidos de divinidad. Debemos recordar - como decía José Ingenieros – que cuando alguien manifiesta públicamente que es humilde, está demostrando una falsa humildad, en lugar de una soberbia oculta, pero siempre presente. La humildad por su especial naturaleza, no se alardea, ni se proclama tenerla. Son las obras, las que la manifiestan, y los otros, lo que la atestiguan.

El soberbio – mantiene un orgullo desbordado y un egoísmo manifiesto; no oye consejos ni acepta crítica alguna, aunque sea constructiva. Sólo le agrada oír elogios y adulaciones. Por eso, a pesar de su aparente grandeza, es fácil de manipular. Es absolutamente predecible. Hay que tener cuidado de no contradecirle. Aunque no sepa, el nunca sabrá que no sabe y nunca lo aceptará. Si alguien lo orienta, lo considerará una ofensa. Le molesta que se comparen con él. Es único en su especie. Con facilidad se cree iluminado y que las habilidades que posee son un regalo de Dios; no desde la perspectiva del devoto creyente que considera que no se mueve, ni siquiera la hoja del árbol sin la voluntad de Dios; y que todo proviene de Él, sino como algo especial, que Dios le ha dado a él, nada más; como una criatura escogida y privilegiada.

Los verdaderos escogidos son humildes. Nunca ostentan su condición especial y se consideran siervos de Dios.

El soberbio tiene un complejo de superioridad excesivo; aunque generalmente se encuentra basado en un complejo de inferioridad; reprimido en su subconsciente.

Los soberbios actúan con arrogancia desde donde se encuentren, aunque su posición no sea tan elevada. Si luego detentan algún poder real, su prepotencia crecería exponencialmente.

La sabiduría árabe nos da un consejo práctico en ese sentido, por medio de cuatro condiciones precisas.

…Al que sabe y sabe que sabe , síguele; al que sabe y no sabe que sabe, oriéntale; al que no sabe y sabe que no sabe; enséñale; al que no sabe y no sabe que no sabe, aléjate de él…

La peor soberbia es la revestida de ignorancia. El ignorante que se cree sabio, está más que desubicado; está perdido.

Hay soberbios que aún careciendo de ignorancia; exageran sus dones, esconden sus flaquezas y se encargan de apagar la luz de los otros para sólo brillar ellos. No le dejan paso a nadie.

En todos los casos sólo pueden aceptar al adulador de turno, al arrastrado; al que lo alaba constantemente, al que lo eleva muy por encima de todos los demás. Toda la soberbia sin embargo, es dañina y peligrosa.

El egoísmo es otra manifestación de la soberbia; y generalmente la complementa: el decir primero yo; segundo yo y permanentemente yo; es la prioridad hasta la total exclusividad, del ego.

La vanidad cuando no es excesiva, es una forma menos dañina de soberbia. En el otro extremo está la soberbia más deplorable: de sentirse Dios; de jugar a ser Dios; de desconocer a Dios; de negar su existencia; de contrariar sus leyes; de pretender ser creador aunque seamos sólo criaturas; de compararse con Dios. Tremenda desfachatez.

La sumisión a Dios, base del creyente, está en contradicción plena con la mente del soberbio.

Pensar como es Dios es una forma de soberbia, si bien, generalmente el creyente lo hace sin maldad, por costumbre o tradición y sin querer cometer un acto de idolatría. Cuando uno se imagina como es Dios; está considerando 2 dioses; Dios como es realmente y como se lo imagina.

A Dios no le alcanza el pensamiento humano.

Dicen que el poder corrompe. Y no sólo se refiere al abuso de los bienes materiales, a la codicia desenfrenada por aumentar el poder y la riqueza; sino también en el cambio de la mente humana; en la necesidad permanente de sentirse grande; en la soberbia que forma parte del diario vivir. Por eso muchos funcionarios buscan reelegirse y más de alguna vez durante su mandato, pensaron en prorrogarlo, incluso reformando la ley. La gente se acostumbra a los halagos y las adulaciones y estos se vuelven necesarios, como el vicio y las drogas. Hay una dependencia, al menos psicológica para ello. Y esa es una de las tragedias del soberbio. Todo poder termina y con ello, el aplauso, sobre todo el inmerecido; el oro y el oropel. No parecen adaptarse a ello. También son críticos para el soberbio, el señalamiento negativo en la historia; o el olvido, esto último reservado a los mediocres; y la sanción correspondiente – en esta vida; o en la otra o en ambas; si se ha actuado incorrectamente; además del temor a ser descubierto.

Para aquellos que consideran que siempre permanecerán impunes; deberán recordar lo que dicen los Santos Evangelios.!! No hay nada que se encuentre oculto, que no salga a la luz en su momento y no se dé conocimiento público…