Desinformación sobre el árabe y el Islam
Martes 14 de Agosto de 2007
Hay en nuestro medio poca información sobre el mundo árabe. Sobre el Islam sí hay más información, pero ésta es a menudo confundida y tergiversada. Poco se sabe así de la verdad que encierran estos 2 conceptos; con el agravante que lo poco que se sabe, confunde, en lugar de aclarar.
La desinformación en nuestro país sobre el mundo árabe y el islamismo es tal, que no sólo penetra al ciudadano común, sino que también las mentes de muchos brillantes analistas, salvo contadas excepciones, que demuestran su capacidad en otros temas, demostrando una erudición aplaudible, para demostrar – que no obstante lo anterior – su conocimiento del arabismo y del Islam es tan solo superficial y generalmente equivocado.
El problema se complica por la especial disposición de los salvadoreños de contestar todo tipo de preguntas aunque no se conozcan las respuestas.
En un programa local de televisión se le hacía a ciertos ciudadanos la siguiente pregunta:
¿Está bien que el Gobierno Salvadoreño suprima
Y se obtuvieron entre otras las siguientes respuestas…
- Si es para provecho del pueblo, está bien.
Otro, evidentemente de oposición, contestó: No creo que el Gobierno lo haga, ya que nunca se preocupa por el pueblo.
Lo correcto hubiera sido contestar: ¿Qué es eso? O No sé.
Hasta que al final alguien contestó: pregúntele a Newton; en alusión correcta al científico que definió matemáticamente
El otro problema lo constituye, el que la mayoría de personas no analiza lo que escucha o lo que lee y cree luego firmemente en la información que recibe.
De allí el compromiso serio de los comunicadores y de los Medios de Comunicación, de decir la verdad y en su justa dimensión, sin sobredimensionarla, ni ocultarla ni tergiversarla y además, considerar, cuando se trate de una columna o un programa de opinión, de considerar únicamente temas que conocemos y dominamos; considerando que el desconocimiento de un tema, equivale en los efectos producidos, a una injusta parcialidad, aunque esta no sea voluntaria. El tercer problema lo constituye el hecho de poder inducir a actuaciones equivocadas, injustas y totalmente negativas, utilizando premisas falsas, hábilmente entretejidas, o bien, equivocarse en planteamientos, aún teniendo buenas intenciones. Los círculos gubernamentales y empresariales, de alto nivel, que detentan el poder, no están versados generalmente en temas históricos o religiosos y con facilidad se ponen receptivos, con la persona dentro de su grupo, que descolla en esos temas; aunque en ciertos casos, como en lo que concierne al arabismo y al Islam; el conocimiento del erudito del grupo, es tan sólo limitado y la grandeza de sus conocimientos, tan solo es relativa, por el desconocimiento casi total del resto, a dichos temas. Como lo hemos afirmado pública y privadamente en reiteradas ocasiones, nos extraña esa repetición continua y permanente de generalizar el terrorismo, a los musulmanes, a los árabes y a los palestinos; sin especificar que se trata únicamente de Los extremistas, que son en cualquier movimiento, la versión más reducida y violenta de la muestra. Generalizar a todos, constituye un error de grandes proporciones, ya que buenos, regulares y malos hay en todo grupo social, familiar, étnico, político o religioso.
La generalización puede ser asimismo un plan preconcebido, para preparar el camino para justificar una represión sobre
Genio y figura hasta la sepultura, dice el sabio refranero popular. O podría ser una estrategia, para infundir temor sobre el Islam en El Salvador, evidentemente pacífico.
Si bien los movimientos al principio son más suaves, manifiestan desde el inicio, su color y su tendencia.
Hitler por ejemplo, siempre habló mal de los judíos, a quienes les agenciaba la culpa (infundada por cierto) de ser la causa de los males de Alemania.
También era un fanático de la supuesta superioridad de la raza Aria. Cuando llegó al poder, agravó su tendencia y llegó al exterminio de lo que él, desde un principio consideraba sus enemigos naturales. Es de aclarar que Hitler no era musulmán, ni árabe ni palestino. Era cristiano, europeo y alemán.
Su libro Mi Lucha, resumía sus ideas fanáticas, desde antes de tomar el poder.
Fuera de ello, el error se multiplica cuando no solo se critica a todos los caminantes (cuando lo correcto es criticar tan sólo a algunos caminantes), sino que incluso se critica al camino mismo; en nuestro caso: a nuestros textos sagrados y a nuestra doctrina; y lo peor – y lo decimos con seguridad plena – sin conocerla, en absoluto. Ya lo hemos dicho, en varios programas de Aclarando Conceptos: “
Por otro lado y como lo dije en otro programa: Si a los salvadoreños no nos quieren en otra parte, ni siquiera en los países vecinos; eso nos obliga a querernos entre nosotros mismos o al menos, a dejar de odiarnos.
Pero seguimos – y esto no debe continuar – comiéndonos irreflexivamente los unos a los otros. No podemos estar a favor de la guerra y la confrontación mundial; avalando un choque de civilizaciones y una violencia generalizada; ni condenar el terrorismo por un lado y permitirlo, fomentarlo y desearlo por el otro. El terrorismo es condenable provenga de donde provenga.
Tampoco podemos presentar como una solución preventiva el ataque indiscriminado contra poblaciones indefensas; civiles inocentes y desarmadas y creer que eso detendría el conflicto, cuando el efecto sería todo lo contrario. La violencia genera violencia. El que a hierro mata a hierro muere, sentenció Jesús de Nazaret. Martín Luther King afirmaba: “a partir de la violencia puedes matar al que odias; pero no puedes matar el odio”; es más, con ello, lo aumentas.
Mañana continuaremos este tema, si Dios nos lo permite.