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Distinciones entre pueblo y gobierno

Jueves, 9 de Agosto de 2007

Ya que muchos países están haciendo lo mismo: ajustes estructurales profundos; endeudamiento externo progresivo; integración monetaria; eliminación o disminución de subsidios, degravación arancelaria progresiva; apertura de fronteras y mercados; privatización selectiva de servicios prioritarios e industrias estratégicas, regionalización; para llegar luego a la globalización y desembocar en el gobierno mundial; nos indica que hay presiones foráneas poderosas que nos llevan a ello y que es muy difícil evitar.

…En esta época de negociaciones, lo que queda a países débiles como el nuestro es saber negociar. Pero es importante recalcar que más pronunciada que la voracidad de los organismos extranjeros, está la sumisión incondicional de muchos gobernantes y funcionarios de los países subdesarrollados, de aceptar todas las presiones e incluso ofrecer aún más de lo solicitado… Y luego tener la osadía de presentar las medidas, como la solución mágica a los problemas, encontradas con una supuesta originalidad. Esto se descarta cuando casi todo el Mundo hace lo mismo y casi al mismo tiempo y la posibilidad matemática de plural originalidad es una en un millón.

La época que vivimos no nos permite aislarnos. Hemos sido los Estados Desunidos de América, víctima de las naciones poderosas, los poderes esclavizantes y de nuestros intereses egoístas. Sin embargo, el Mundo se unifica, aunque a través de una convivencia dirigida y forzada.

La obediencia y la humillación, si bien requeridas, han sido y siguen siendo, más voluntarias que impuestas. Tenemos así paradójicamente capacidad de maniobra, aunque casi nadie la utiliza; actuando de la mejor forma posible a los deseos de los que nos manipulan. Y los ajustes estructurales y medidas privatizadoras se hacen a expensas de los medianos y pequeños.

Exigir mayor responsabilidad de los sectores más vulnerables, no es ni ético, ni justo, ni siquiera inteligente. Como decía Demócrito: la inteligencia produce 3 frutos: pensar bien, hablar bien y obrar con justicia.

La subida permanente de los artículos de primera necesidad; las tarifas incrementadas de los servicios; la energía (electricidad y combustible) a precios excesivos; el descuido en la atención de salud, en todos los subsistemas públicos y el encarecimiento progresivo en el sistema privado (imposible de pagar para amplios sectores de la población), lo que los lleva a automedicarse o a morir o a esperar un golpe de suerte, etc.

Menos mal que el salvadoreño está inmunizado y es resistente. Si no estaría muerto, por el hambre o la peste.

A esto le agregamos que los salarios estan congelados; que hay un creciente desempleo; que el comercio informal se encuentra perseguido y la delincuencia aumentada; etc., etc., nos dan un panorama sombrío y desalentador.

Para aquellos que sólo ven hacia arriba (los que ven sólo la fachada de la modernización), tienen todo el derecho al pensar que mis palabras son exageradas.

Pero para aquellos que nos toca visitar no sólo las zonas urbanas, si no también las zonas rurales y aún más, los cantones más alejados y más abandonados de nuestro país, se darían cuenta de que donde no hay pobreza, se debe a que en su lugar hay miseria extrema.

A través de Organizaciones benéficas especialmente por medio del Club Kiwanis, un Club internacional de Servicio Social; la Media Luna Verde, entidad de beneficencia islámica y a través del Consejo de Religiones por la Paz, capítulo El Salvador, estamos visitando zonas alejadas, de pocos votos electorales (ya que no nos interesan; pero de grandes necesidades; entre ellas las Comunidades Indígenas que el salvadoreño urbano desconoce y que el último censo talvez desea desaparecer; aunque existen y son reales; como lo son sus necesidades apremiantes.

Allí el desarrollo nose acerca. Y no hay conciencia clara de sus necesidades. Sólo la manipulación para los votos; en tiempo electoral de todos los partidos políticos con infraestructura visible en esas latitudes.

Fuera de ello, la crisis económica se agudiza también en los centros urbanos. Basta platicar con nuestros conciudadanos que caminan por las calles repletas de hoyos; de tragantes destapados (por tapaderas robadas); de delincuentes presentes y de aglomeración urbana. El dinero ya no alcanza ni siquiera para lo más básico… Y ahora hasta el desahogo, la manifestación pública, se pretende penalizar por un lado y manipular por el otro…

Y en los privilegiados centros urbanos – que reciben un % desproporcionado de las finanzas públicas; si bien las penurias no son tan evidentes; las necesidades – incluyendo compromisos sociales, laborales, educativos, de transporte etc. son mucho mayores; hay una marcada desesperanza y un grave pesimismo…

Casi todo el mundo piensa en emigrar. Si hubiera una máquina, que nos convirtiera automáticamente en gringos hablando inglés y olvidáramos el español.

¿Qué porcentaje de la población salvadoreña la utilizaría?

Y si después de este proceso, nos dieran la ciudadanía norteamericana; el porcentaje sería mucho mayor.

¿Dónde está nuestro nacionalismo?

El pueblo salvadoreño se siente sólo y en ofrenda constante y sacrificio permanente, pero también en silencio agobiador. Si fuimos colonia en el pasado, no debemos ser Neo-Colonia en el presente, ni en el futuro. Tenemos que abandonar esa cultura prestada de segunda mano. Tenemos que valer cada vez más para no doblegarnos ante otros, por supuestas inferioridades. Tenemos que prepararnos y superarnos. Somos responsables ante Dios, la Patria y nosotros mismos, por mantener los bienes que forman el presente y mejorarlos para beneficiar la herencia que hemos de dejar a las generaciones futuras. Tenemos que salir de la mediocridad asfixiante de pensar con la cabeza de otros y terminar con el miedo y la vacilación. Dejemos de estar con el cofre siempre abierto, esperando la dádiva de los poderosos como el Maná del Cielo. La limosna es cada día más escasa y más comprometida.

Si el signo de los tiempos es la encrucijada, la solución del débil, es saber negociar e insisto siempre en ello. La originalidad también es necesaria.

Debemos recordar que si bien el hambre y la miseria agravada con la incultura y la ignorancia pueden hacer serviles a los pueblos, nada ofende más que el servilismo de la inteligencia.

Debemos poner a nuestro país en el vértice, como decía Rousseau, aplicando un sistema donde no hay posibilidad de distinguir entre pueblo y gobierno. Un sistema donde las virtudes ciudadanas activas y las virtudes de los gobernantes, ambas marchen paralelas hacia la grandeza común.