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Crisis de alcance social.

Lunes 02 de Julio de 2007

“Nuestro mundo atraviesa una crisis de alcance radical; una crisis de la economía mundial, de la ecología mundial, de la política mundial. Por doquier se lamenta la ausencia de una visión global, una alarmante acumulación de problemas sin resolver, una parálisis política, la mediocridad de los dirigentes políticos, tan carentes de perspicacia como de visión de futuro; la incapacidad, la corrupción y, en general, faltos de interés por el bien común. Demasiadas respuestas anticuadas para nuevos retos.

Cientos de millones de personas, cada día más, padecen en nuestro planeta el desempleo, la destrucción de las familias, la pobreza y el hambre. La esperanza de una paz duradera entre los pueblos se desvanece progresivamente. Las tensiones de género y las generaciones, han alcanzado dimensiones inquietantes. Los niños mueren, asesinan y son asesinados. Cada vez se ven mas Estados sacudidos por casos de corrupción política y económica. La convivencia pacífica en nuestras ciudades se hace más y más difícil por los conflictos sociales, raciales y étnicos, por el abuso de la droga, por el crimen organizado, incluso por la anarquía. Hasta los vecinos viven a menudo angustiados. Nuestro planeta sigue siendo saqueado sin miramientos. Nos amenaza la quiebra de los ecosistemas”.

Fuera de ello, la Humanidad ha desarrollado un proceso material espectacular, pero carente de bases morales. El ansia de dominio y de sometimiento se extiende sobre la faz de la tierra.

¿Somos seres racionales? Talvez somos, pero dentro de esa tendencia al enfrentamiento de los opuestos: irracionalmente racionales. La humanidad dispone de un máximo poder, pero al mismo tiempo, se vislumbra un futuro de retroceso.

Lin Yutang lo decía: El máximo de poder es el inicio de la decadencia. Y Fray Luis de León afirmaba: Para hacer el mal cualquiera es poderoso.

León Tolstoi, con esa sabiduría semi-oriental de la Rusia Antigua, buscaba atenuar el concepto al afirmar: Que es más fácil hacer leyes que gobernar.

“La humanidad dispone hoy de suficientes recursos económicos, culturales y espirituales como para instaurar un mejor orden mundial. A pesar de ello, una serie de tensiones étnicas, nacionalistas, sociales, económicas y religiosas, antiguas y modernas, ponen en peligro la construcción pacífica de un mundo mejor. Nuestra época, ciertamente, ha experimentado un progreso científico y técnico sin precedentes. Pero también es un hecho innegable que, a lo largo y ancho del mundo, la pobreza, el hambre, la mortandad infantil, el paro, el empobrecimiento y la destrucción de la Naturaleza no han decrecido sino que por el contrario han seguido aumentando. Muchos pueblos están amenazados por la ruina económica, el desmantelamiento social, la marginación política, la catástrofe ecológica, o la quiebra nacional.

En tan dinámica situación mundial, a la Humanidad no le bastan los programas y las actuaciones de carácter político. Necesita ante todo una visión de la convivencia pacífica de los distintos pueblos, de los grupos étnicos y éticos y de las religiones, animados por una común responsabilidad para con nuestro planeta Tierra.

Todos los humanos sin excepción somos seres falibles, imperfectos, con límites y deficiencias; pero debemos tratar de cambiar nuestro yo interior, un cambio total de la mente y de nuestro corazón. Eso no es una guerra santa; sino una lucha interior, que es el cambio más importante que debemos lograr. “El mayor desierto para hacerlo florecer está dentro de nosotros mismos.” Lograr así la transformación del – corazón – humano mediante la –conversión- a una nueva actitud de vida, alejándoles del camino equivocado. ¡todo ser humano debe recibir un trato humano! Esto significa que todo ser humano, sin distinción de sexo, edad, raza, clase, color de piel, capacidad intelectual o física, lengua, religión, ideas políticas, nacionalidad o extracción social, posee una dignidad inviolable e inalienable.

Los egoísmos de todo tipo, sean individuales o colectivos, aparezcan en forma de ideología de clase, de racismo, de nacionalismo o de sexismo, son reprobables. Deben condenarse porque le impiden al ser humano ser verdaderamente humano. Los peligros existentes en nuestra sociedad y en el mundo entero, han de ser conjurados por el sentimiento de un destino común y de un respeto incondicional y profundo a la persona humana; más allá de cualquier diferencia de religión, nación, ideología, raza, género, clase social o económica, etc.; de cualquier naturaleza. Hay que reconstruir el mundo para la Humanidad con mayúscula.

No podemos echarle la culpa a otros de nuestros males, mientras permanecemos inactivos y en silencio agobiador. Tenemos que ejercer un trabajo constructivo y creador.

…Aunque los problemas de nuestro país parezcan enormes e insolucionables; no hay nada que no podamos resolver, si hombres y mujeres de buena voluntad, nos proponemos hacer, desde nuestras respectivas trincheras; diferentes, pero complementarias…

Si por nuestro propio carácter y especial iniciativa no nos quieren en otras partes, ¿No sería al menos apropiado empezar a querernos nosotros mismos? ¿O al menos empezar a dejar de odiarnos?...Muchas veces se lucha más por dañar a un tercero que por obtener ganancias o triunfos para nosotros mismos…

Se nos dice que somos el “Varón de Centroamérica”; pero eso es sólo por el artículo masculino. La virilidad de un pueblo no se mide por la soltura de sus instintos; sino por la capacidad creadora, por elevarse por encima de todo trabajo; por dejar de calcar esa cultura prestada de segunda mano; por forjar su propio destino y el de su pueblo. Debemos soñar en ello.

Eleanor Roosvelt lo decía: El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños.

Finalmente, independientemente de nuestras creencias, invoquemos al Ser Supremo, el único Dios, al Dios de todo, todos y todas que nos ilumine, nos guíe y nos proteja.

Amén.