¿Quién proteje la niñez en nuestro país?
VIERNES, 13 DE JULIO DE 2007.
Protejamos nuestra niñez. Dignifiquemos
¿Y contra quiénes se hace? Contra seres indefensos y de la misma sangre… Es necesario proteger la salud del niño, tanto física como mental. Un niño crece más y aprende más desde su concepción hasta los cinco años de edad que en cualquier otra época de su vida. El mantenimiento de salud y la nutrición de la madre potencial y del joven pueden afectar el futuro entero del niño, desde su sobrevivencia del primer año hasta su capacidad de aprendizaje durante toda la vida. Debería fomentarse la educación pública, el desarrollo de servicio de salud pública en las comunidades rurales, el mejoramiento de la salud pública en las zonas urbanas, ambas abandonadas; visitas a las casas de mujeres embarazadas y prevención del embarazo en las adolescentes.
Debe vigilarse el desarrollo y cuidado del niño. Desde el desarrollo del lenguaje hasta el establecimiento de su independencia, el niño joven adquiere nuevas habilidades constantemente, siempre y cuando esté en un ambiente estimulador y nutrido. Por eso los niños necesitan experiencias desde muy temprano, que fomenten el desarrollo de sus capacidades. Y le enseñen la moral y las buenas costumbres. Apoyo y educación de los padres de familia: todas las madres de familia necesitan ayuda al enfrentarse con el tremendo reto de criar a un niño (a muchos padres salvadoreños hay que enseñarles primero a que merezcan ser padres). En combinación con otros factores de tensión, puede ser algo abrumador. Es por ésta razón que las madres de familia salvadoreñas necesitan educación y apoyo. La salud y la educación han sido históricamente deficientes en nuestro país y su declinación cuali-cuantativa se deterioró con la guerra y sigue haciéndolo incluso en los actuales momentos, donde impera la paz. No es un producto de la guerra, ni siquiera ésta ha sido la causa fundamental. Tiene raíces estructurales, aunado a la incorrecta planificación y deficiente interés.
Fuera de ello, el rompimiento de la unidad familiar; la emigración forzosa de jóvenes a las grandes ciudades o al extranjero; el desempleo inmisericorde que se incrementa paulatinamente y que tan sólo se ha mitigado parcialmente por la emigración al extranjero y el comercio informal; que han permitido 2 válvulas de escape que han sido toleradas parcialmente, pero ahora están siendo reprimidas; nos dejan un panorama sombrío y desalentador para un gran porcentaje de la población salvadoreña. Es cierto que hay signos evidentes de desarrollo nacional: Grandes autopistas; pasos de desnivel; lujosas avenidas; imponentes centros comerciales; hermosas colonias, etc. Pero, ¿Y el desarrollo social?
Según
A pesar de esas condiciones negativas y que El Salvador se encuentra en un ranking negativo, el 101 entre 177 países, tan sólo Costa Rica en el ranking Nº 48 mantiene una posición aceptable en Centroamérica. Los otros países Centroamericanos: Nicaragua 112; Honduras 117 y Guatemala 118, están todavía peor que nosotros. Sin embargo, en el gasto público de Educación, considerado como proporción de inversión estatal respecto del producto interno bruto de cada país, El Salvador tan sólo supera a Guatemala en Centroamérica.
En una noticia anterior, publicada en Diario El Mundo del Jueves 7 de junio de 2007 titulada “No hay recursos para el Desarrollo”, manifestaba: “Si El Salvador quisiera cumplir los Objetivos del Desarrollo del Milenio (ODM), un compromiso adquirido por 190 países miembros de las Naciones Unidas, en el año 2000 y que vence en el 2015, tendría que invertir entre $700 y $800 millones de dólares adicionales anuales de los que destina al área social. Esto significa bordear al 10% del presupuesto anual para gasto social. En este año, tan solo se destinó el 5.8%, el más bajo desde el año 2000. Y eso, con insumos más caros. No es malo poder tener y tener poder. Ya que esto es absolutamente necesario para poder hacer obra social, siempre que se complemente con la solidaridad y fraternidad. Dios es Todopoderoso pero también es Todomisericordioso. Repartir, sin tener ni producir, genera más pobreza. No es malo tener riquezas; lo malo es no dispensarlas también en el camino de Dios.
Fuera de ello, no sólo es necesario mencionar los problemas sino también presentar soluciones y aún más, predicar con el ejemplo.