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La creencia en Dios, el ocio y el negocio.

LUNES, 11 DE JUNIO DE 2007.

LA CREENCIA EN DIOS, EL OCIO Y EL NEGOCIO.

Estamos observando una crisis mundial de la Humanidad en su conjunto, que a pesar de los enormes progresos materiales existentes, se encuentra desorientada, descontrolada, desequilibrada, egocéntrica y materialista; engreída por su “progreso” (que no es más que un desarrollo verticalista negativo) y profundamente atea (o no se cree en Dios; o no se practica la creencia en Dios, amando a nuestro prójimo); lo común de lo irreverente (irrespetuoso) o irrisorio (burla) de lo sagrado o el uso de la religión únicamente como unidad política (Europa) o compromisos sociales (América Latina).

Si vemos a Europa, los países que provienen de lo que se llamó en Occidente, la Cortina de Hierro, pertenecientes a la Europa del Este y a la Europa Central; se debaten en promedio en dos grandes grupos: los ateos (no creen en Dios); y los agnósticos (faltos de fe, o que consideran a la religión irrelevante a la metafísica como algo sin importancia). Con excepción de Polonia y las zonas musulmanas, el porcentaje de ambos sobrepasa el 70%, y los verdaderos creyentes a duras penas llegan a la cuarta parte. Por el otro lado, en Europa Occidental, las cifras son también alarmantes. Entre agnósticos y ateos suman en el Reino Unido (del 31% al 44%; Alemania 41% al 49%; Francia 43% al 54%; Holanda 39% al 44%; España (definitivamente arriba del 50%).

Esto es así demoledor. Más de la mitad de Europa, no se encuentra sumida en un Estado de laicidad simplemente, sino que, o es atea, o es agnóstica.

Bien lo decía su Santidad el Papa Juan Pablo II en Cruzando el Umbral de la Esperanza: “La religiosidad de los musulmanes merece respeto. No se puede dejar de admirar, por ejemplo, su fidelidad a la oración. La imagen del creyente en Allah que sin preocuparse ni del tiempo ni del sitio, se postra de rodillas y se suma a la oración, es un modelo para los cristianos, que desertando de sus maravillosas catedrales, rezan poco o no rezan en absoluto”.

Y todavía se habla de la Europa “cristiana”. Como dije al principio: El cristianismo en Europa, se está convirtiendo en un estandarte de unidad política, más bien que de fe religiosa.

Muchos europeos consideran que el fervor religioso en Estados Unidos (mucho mayor que el existente en sus países), se explica considerándolo como una Nación formada mayoritariamente por campesinos sobrealimentados o bien por citadinos, pero de extracción agrícola. Consideran así, que aunque Estados Unidos posee fuerza, no están preparados para ser Imperio. De allí la competencia permanente de Europa con los Estados Unidos. Europa cree estar condicionada para ser el futuro Imperio del Mundo y esto pasa entre otros puntos, al menos en Occidente, por el abandono de lo sagrado.

Para nosotros es conveniente buscar el equilibrio, tratando de trabajar para esta vida y también para la otra. Pero también fuera del trabajo, buscar nuestros ratos de ocio.

A mí se me enseñó cuando pequeño que el ocio es negativo. “La ociosidad consume la vida más presto que el trabajo”, se nos decía: Y también se nos insistía en el: “Trabaja joven, sin cesar trabaja”. Esto es un tema que Fernando Savater, brillante escritor español contemporáneo nos describe en su libro ampliamente difundido: Los siete pecados capitales, en su capítulo concerniente a la pereza; allí resalta la diferencia en lo que es la ociosidad (complemento ideal para esta vida), con la pereza, que es un pecado capital.

Savater escribe: “La pereza es la falta de estímulo, de deseo, de voluntad para atender a lo necesario e incluso, para realizar actividades creativas o de cualquier índole. Es una congelación de la voluntad, el abandono de nuestra condición de seres activos y emprendedores”.

Un viejo cuento narra como un padre luchaba contra la pereza de su hijo pequeño, que no quería nunca madrugar. Un día llegó muy temprano por la mañana, lo despertó y le dijo: “Mira, por haberme levantado temprano, he encontrado esta cartera llena de dinero en el camino”. El niño tapándose, le contestó: Más madrugó el que la perdió. La pereza siempre encuentra excusas.

Savater continúa explicando:

El ocio, a diferencia de la pereza, es simplemente un tiempo que no se emplea en las cuestiones laborales. Los romanos, que lo inventaron, hablaban de ocio y de negocio, el neg-ocio, la negación del ocio. Ocio significa dedicarse a lo que te guste, sin que necesiten pagarte para hacerlo y el negocio es lo que haces para tener ingresos. La pereza es en cambio, que tú no hagas nada: ni negocio ni ocio.

Jules Renard decía que la pereza no es más que el hábito de descansar antes de estar cansado y Benjamín Franklin manifestaba: La pereza viaja tan despacio que la pobreza no tarda en alcanzarla.

El ocio sin embargo es fecundo.

Cicerón decía: No considero libre a quien no tiene algunas veces sus ratos de ocio.

Fuera de ello, uno tiene que actuar, tanto en los momentos de ocio, como en el negocio, poniéndole a todas las actividades un componente placentero básico, para hacerlo con gusto, no con disgusto. Sólo así se puede ser feliz en la vida. Si el negocio es conflictivo y complicado y te sientes mal día a día, cámbialo o cambia tú. Si los ratos de ocio son sofocantes y te resultan aburridos, desconéctate.

Sólo haciendo las cosas con placer, es posible gozar la vida. Según el filósofo alemán Martín Heidegger: El hastío es el comienzo de la angustia” y agrego; y por consiguiente, de la infelicidad. El principio básico de todo creyente es amar a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo, por amor de Dios. Los que no aman a Dios están perdidos, pero eso se complementa también, amando a nuestro prójimo.

Muchos consideran lo anterior como la verdad suprema, pero eso no es suficiente. Necesitamos amarnos, a nosotros mismos, ya que si no nos amamos y respetamos, el parámetro de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, carecería de significado. Y ese auto-amor complementario se consigue llevando una vida placentera, combinando equilibradamente nuestros momentos de ocio y de neg-ocio.

…El amor al trabajo se ejemplariza adecuadamente en la siguiente frase de Thomas Jefferson: Yo creo bastante en la suerte y he constatado que cuanto más duro trabaje, más suerte tengo; pero el complemento de ocio en nuestras vidas lo define brillantemente Sócrates al recordarnos que los ratos de ocio, son lo mejor de todas las adquisiciones.