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Día de la Raza I.

JUEVES 11 DE OCTUBRE DE 2007.

Día de la Raza I.

Inmersos en las proximidades del Día de la Raza, 12 de octubre, encontramos posiciones totalmente dispares. Unos, lo celebran. Otros, lo critican.
No podemos negar que existen méritos en ambas posiciones; ya que si bien, la conquista fue despiadada; aún así nos dio los elementos culturales y genéticos que complementan nuestra existencia.
Sin la llegada de los españoles y su impronta genética, definitivamente los salvadoreños no existiéramos. Hubieran otros – mejores, iguales o peores, en un análisis simplista de las posibilidades matemáticas; pero independientemente de todo, no fuéramos los mismos; perderíamos prácticamente toda identidad. Incluso aquellos, sin genética española alguna, ni siquiera una mínima gota, tampoco existirían, porque la conquista fue tan violenta, que impactó sobre todas las actividades futuras y por consiguiente la vida de los genes, todo lo que somos, estructural y fundamentalmente hablando y su combinación matemática, sumamente aleatoria y diversa, cambió de tajo. Los seres humanos que nacieron, son los que definitivamente tuvieron que nacer. Y son definitivamente todos, sin excepción, diferentes a los que hubieran nacido, sin la conquista, con mezcla genética o incluso sin ella.
No podemos venir ahora a criticar un proceso, a quién le debemos haber nacido; mucho menos hacerlo en el idioma del conquistador; un idioma, que nos une en ésta nuestra América, “Indoamérica”, pero también “Hispanoamericana”. En el momento actual de conflictos mundiales, donde los poderes fácticos y financieros, fomentan un “choque de civilizaciones”, tenemos que ponderar y anteponer una “alianza de civilizaciones”.
Eso definitivamente falló en la conquista. Un diálogo fecundo entre civilizaciones; un contacto benevolente entre culturas. Pero si éste, es el procedimiento que debemos fomentar en el presente y en el futuro; el pasado ya trazado, no nos queda más remedio que corregir y restaurar. Y eso es, no sólo nuestro deseo, sino que también nuestro accionar. Darle también la justa medida a la civilización precolombina, que no fue comprendida y por eso – en gran medida – fue pisoteada. “El desconocimiento del contrario es la causa primera de la intolerancia. Debemos redescubrir la sabiduría de nuestros pueblos originarios, su cultura, sus tradiciones, sus idiomas, su teología; sus conocimientos (astronomía, arquitectura, medicina, astrología, cerámica, literatura, artesanía, tejeduría, construcción, ecología, arte, etc.); para aquilatar la otra parte, relegada incorrectamente; buscando el equilibrio. Esto es justo y necesario. Ante la destrucción masiva de su cultura, muchos pueblos indígenas ocultaron sus conocimientos. Así se salvaron, el calendario maya y el calendario azteca, y la numeración vigesimal Maya, de amplia sabiduría y que aparecieron posteriormente, cuando la furia destructiva de la conquista ya se había aplacado y se excarbaban templos indígenas; para construir en sus antiguos templos religiosos, orientados geográficamente de acuerdo a sus rituales – los nuevos templos de la nueva religión.
La restauración del saber perdido – en su mayoría escondido – es un deber ineludible, que necesitamos implementar.
…No ganamos nada en criticar la parte de nuestra identidad que responde genéticamente al conquistador; sino que en rebuscar y restaurar la parte indígena que también nos corresponde; hoy relegada injustamente e incluso ridiculizada por aquellos que también comparten su presencia, aunque ésta se encuentre realmente (o sólo deseada) en menor proporción.
Tenemos que fortificar nuestra autoestima y eliminar los estereotipos prefabricados y fomentados incluso en nuestros libros de texto: de lo indígena, como inculto y atrasado. Hemos relegado a grandes pueblos al abandono y a la marginación y hemos contaminado la historia; ocultando sus logros.
A nivel nacional, el Islam en especial y el Consejo de Religiones por la Paz Capítulo El Salvador integrado por las Religiones Católica, Episcopal Anglicana, Luterana, Reformada Calvinista, Bautista, Bahái, Religiones Originarias, Budista, Judía y Musulmana, y abierto a otras Comunidades Religiosas que deseen ingresar, está enfrascado en ese derrotero, como uno de sus fines inmediatos: la dignificación de los pueblos originarios, tanto de las Comunidades Indígenas actuales, como del elemento presente en la salvadoreñidad.
En el ambiente internacional, las condiciones son positivas. En efecto, el jueves, 13 de septiembre de 2007, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó por abrumadora mayoría una Declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas, pese a la oposición de sólo 4 países desarrollados: Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. La declaración fue aprobada por 143 votos a favor, 4 en contra, 11 abstenciones y 34 ausentes, del total de 192 países miembros. Los países críticos al acuerdo señalaron que daba poderes legales y de propiedad excesivos a esos pueblos indígenas; aunque la Declaración no es jurídicamente vinculante. El documento, que estuvo bajo negociación por 20 años, dice que los indígenas, estimados en 370 millones de personas en el Mundo (80 millones de ellos en América), tienen derecho a la “autodeterminación”. Uno de los artículos más controversiales dice que los “pueblos indígenas tienen el derecho a tierras, territorios y recursos que han sido suyos tradicionalmente”, y también a recursos y tierras que hayan comprado, usado o adquirido. Un paso inicial, para la eliminación del racismo y la injusticia.

…Esto no debe dar lugar a nuevos enfrentamientos. Las reivindicaciones indígenas tienen que basarse en la restauración de sus tradiciones; la dignificación de su herencia cultural; la atención adecuada a sus necesidades básicas; y el desarrollo de la educación y el conocimiento, dentro de un clima de paz, concordia, amor y justicia.
Que este 12 de Octubre, sea no sólo la fecha del Descubrimiento y el inicio de la Conquista, sino también el inicio de la restauración de las culturas originarias de nuestro continente.
Ojalá…