Miercoles, 10 de enero de 2007
Aunque hubo profetas antes de Abraham, fue el deseo de Dios, que la última generación de profetas fuese de su descendencia. Por esta razón, Abraham se convirtió en el amigo de Dios y en un símbolo espiritual alrededor del cual gira la gente de fe. Toda la gran sucesión de profetas después de Abraham llamó al mensaje de Dios, cada uno, preparando el camino para el siguiente, de acuerdo con el decreto de Dios; de ese modo, no ha quedado ninguna sociedad sin la instrucción divina.
Para confirmarlo dice Dios en el Corán: “Ciertamente, esta Hermandad vuestra es una sola Hermandad, y Yo Soy vuestro Señor, el Sustentador. Así, pues, servidme” (Sagado Corán 21:92). El Islam no se identifica con una persona en concreto o con una raza, sino que en la sumisión, y el reconocimiento de, Dios. Por eso, sólo la fe en Muhammad no es suficiente, el Islam requiere la creencia en toda la serie de profetas de la cual Abraham es la vanguardia. Su descendencia incluye a Isaac, Ismael, Jacob, José, David, Salomón, Moisés, Jesús y Muhammad (la paz sea con todos ellos) y todos ellos son los maestros y el ejemplo para toda la Humanidad, cuyas misiones fueron asignadas solo por Dios; por ello, atribuir cualquier acción pecaminosa a cualquiera de ellos, seria cuestionar la sabiduría de Dios al escogerlos y es por esto que el Islam enfáticamente reafirma el estatus moral y ético de estos hombres y ha aclarado que negar o rechazar a cualquiera de los profetas significa abandonar la fe. De esta manera, preservando la integridad de los profetas, y de su linaje, el Islam prepara el terreno para la cooperación entre toda la gente del libro: Cristianos, Judíos y Musulmanes.
El Corán dice: “Las alabanzas son para Dios, el Señor de los Mundos” (Sagrado Corán 1:1). Así, queda claro que Dios no se identifica sólo con los musulmanes, los árabes o las tribus semíticas. El es el Señor de los Mundos, y por consiguiente es el Amo del Universo: de la Tierra y de todos los mundos visibles e invisibles.
Los hijos de Abraham: judíos, cristianos y musulmanes, están ungidos por la creencia en la unicidad de Dios y a pesar de que la dirección, hacia donde se dirige la oración, difiera entre las diferentes religiones abrahámicas, esto sólo es una demarcación física, pues la dirección esencial del corazón sigue siendo una, la dirección hacia Dios. El Sagrado Corán dice que Abraham después de destruir los ídolos de su gente en Babilonia dijo: “Dirijo mi rostro a quien ha creado los cielos y la tierra y no soy de los que asocian a otros dioses, con el único Dios. (Sagrado Corán 6-79). Más tarde y a su regreso de Egipto, en el camino a Palestina, Abraham construiría en la Meca, con su hijo Ismael, un altar para la adoración al Dios único”.
Los hijos de Abraham han estado unidos en la gran lucha histórica por defender el concepto de la Unicidad de Dios y en campañas contra la corrupción, el vicio, el pecado y contra todo acto de injusticia; Moisés luchó contra la tiranía del Faraón y Jesús contra la maldad de los romanos y contra quienes explotaban la religión y, a su vez, Muhammad luchó contra el malicioso paganismo de su época; así vemos como todas estas religiones provienen de la misma fuente y tienen el mismo objetivo.
El 31 de diciembre del 2006, los musulmanes celebramos la fiesta religiosa del Eid-El Adja, que coincidió aproximadamente con las festividades religiosas de judíos y cristianos: la Jánuka y la Navidad, respectivamente. La cercanía entre estas festividades nos dejó un mensaje de reflexión tan profundo de integridad, paz, hermandad y fraternidad en sus máximas expresiones.
La fiesta de Eid-El-Adja, que llevan al cabo los creyentes musulmanes tiene su origen en la Sunna (práctica) del Profeta Abraham, cuando le fue revelado en sueños que debía sacrificar a su único hijo; lo cual Abraham dispuso hacerlo con el dolor de su alma en señal de sumisión absoluta a Dios, pero tan sólo era una prueba. Allah le dijo que su lealtad había sido probada y apareció un cordero en su lugar para el sacrificio, en sustitución de su hijo, conforme relata el Sagrado Corán: Sura Saffat Aya 107. “Y rescatamos a su hijo, ordenando a Abraham que sacrificara en su lugar a un animal e hicimos una gran ofrenda”.
En dicho sacrificio es recomendable que la carne se divida en 3 partes: Un tercio se done a los pobres y necesitados; un tercio se destine para las amistades y para reforzamiento de los lazos familiares y el otro tercio, para el hogar.
Aunque las tres religiones monoteístas: judíos, cristianos y musulmanes son religiones Abrahámicas, porque provienen del patriarca Abraham, es únicamente en el Islam, donde la fiesta de Eid-El-Adja, o fiesta del sacrificio; donde el Profeta Abraham es el protagonista, se celebra con gran esplendor,
Los eruditos musulmanes dicen que Abraham de Ab=Padre; rajam: compasión o misericordia; significa padre compasivo y corresponde al mismo significado en la mayoría de las lenguas semíticas de su tiempo. Hay, indiscutiblemente, una relación directa entre su nombre y el gran mensaje para el que Abraham fue escogido: le fue impuesta la responsabilidad de la llamada universal a Dios.
Sobre esto, se le ordena al profeta Muhammad, en el Sagrado Corán: “Dí: Mi Señor me ha guiado a un camino recto, a una práctica de adoración auténtica, a la religión de Abraham, que no era de los que asocian a otros dioses con el único Dios. Amén.
Para confirmarlo dice Dios en el Corán: “Ciertamente, esta Hermandad vuestra es una sola Hermandad, y Yo Soy vuestro Señor, el Sustentador. Así, pues, servidme” (Sagado Corán 21:92). El Islam no se identifica con una persona en concreto o con una raza, sino que en la sumisión, y el reconocimiento de, Dios. Por eso, sólo la fe en Muhammad no es suficiente, el Islam requiere la creencia en toda la serie de profetas de la cual Abraham es la vanguardia. Su descendencia incluye a Isaac, Ismael, Jacob, José, David, Salomón, Moisés, Jesús y Muhammad (la paz sea con todos ellos) y todos ellos son los maestros y el ejemplo para toda la Humanidad, cuyas misiones fueron asignadas solo por Dios; por ello, atribuir cualquier acción pecaminosa a cualquiera de ellos, seria cuestionar la sabiduría de Dios al escogerlos y es por esto que el Islam enfáticamente reafirma el estatus moral y ético de estos hombres y ha aclarado que negar o rechazar a cualquiera de los profetas significa abandonar la fe. De esta manera, preservando la integridad de los profetas, y de su linaje, el Islam prepara el terreno para la cooperación entre toda la gente del libro: Cristianos, Judíos y Musulmanes.
El Corán dice: “Las alabanzas son para Dios, el Señor de los Mundos” (Sagrado Corán 1:1). Así, queda claro que Dios no se identifica sólo con los musulmanes, los árabes o las tribus semíticas. El es el Señor de los Mundos, y por consiguiente es el Amo del Universo: de la Tierra y de todos los mundos visibles e invisibles.
Los hijos de Abraham: judíos, cristianos y musulmanes, están ungidos por la creencia en la unicidad de Dios y a pesar de que la dirección, hacia donde se dirige la oración, difiera entre las diferentes religiones abrahámicas, esto sólo es una demarcación física, pues la dirección esencial del corazón sigue siendo una, la dirección hacia Dios. El Sagrado Corán dice que Abraham después de destruir los ídolos de su gente en Babilonia dijo: “Dirijo mi rostro a quien ha creado los cielos y la tierra y no soy de los que asocian a otros dioses, con el único Dios. (Sagrado Corán 6-79). Más tarde y a su regreso de Egipto, en el camino a Palestina, Abraham construiría en la Meca, con su hijo Ismael, un altar para la adoración al Dios único”.
Los hijos de Abraham han estado unidos en la gran lucha histórica por defender el concepto de la Unicidad de Dios y en campañas contra la corrupción, el vicio, el pecado y contra todo acto de injusticia; Moisés luchó contra la tiranía del Faraón y Jesús contra la maldad de los romanos y contra quienes explotaban la religión y, a su vez, Muhammad luchó contra el malicioso paganismo de su época; así vemos como todas estas religiones provienen de la misma fuente y tienen el mismo objetivo.
El 31 de diciembre del 2006, los musulmanes celebramos la fiesta religiosa del Eid-El Adja, que coincidió aproximadamente con las festividades religiosas de judíos y cristianos: la Jánuka y la Navidad, respectivamente. La cercanía entre estas festividades nos dejó un mensaje de reflexión tan profundo de integridad, paz, hermandad y fraternidad en sus máximas expresiones.
La fiesta de Eid-El-Adja, que llevan al cabo los creyentes musulmanes tiene su origen en la Sunna (práctica) del Profeta Abraham, cuando le fue revelado en sueños que debía sacrificar a su único hijo; lo cual Abraham dispuso hacerlo con el dolor de su alma en señal de sumisión absoluta a Dios, pero tan sólo era una prueba. Allah le dijo que su lealtad había sido probada y apareció un cordero en su lugar para el sacrificio, en sustitución de su hijo, conforme relata el Sagrado Corán: Sura Saffat Aya 107. “Y rescatamos a su hijo, ordenando a Abraham que sacrificara en su lugar a un animal e hicimos una gran ofrenda”.
En dicho sacrificio es recomendable que la carne se divida en 3 partes: Un tercio se done a los pobres y necesitados; un tercio se destine para las amistades y para reforzamiento de los lazos familiares y el otro tercio, para el hogar.
Aunque las tres religiones monoteístas: judíos, cristianos y musulmanes son religiones Abrahámicas, porque provienen del patriarca Abraham, es únicamente en el Islam, donde la fiesta de Eid-El-Adja, o fiesta del sacrificio; donde el Profeta Abraham es el protagonista, se celebra con gran esplendor,
Los eruditos musulmanes dicen que Abraham de Ab=Padre; rajam: compasión o misericordia; significa padre compasivo y corresponde al mismo significado en la mayoría de las lenguas semíticas de su tiempo. Hay, indiscutiblemente, una relación directa entre su nombre y el gran mensaje para el que Abraham fue escogido: le fue impuesta la responsabilidad de la llamada universal a Dios.
Sobre esto, se le ordena al profeta Muhammad, en el Sagrado Corán: “Dí: Mi Señor me ha guiado a un camino recto, a una práctica de adoración auténtica, a la religión de Abraham, que no era de los que asocian a otros dioses con el único Dios. Amén.