Jueves, 4 de enero de 2007
No hay duda que el progreso no puede detenerse y que es deber y un derecho de todo ser humano – hombre o mujer – de buscar el conocimiento en cualquier parte.
La humanidad debe progresar, no podemos volver al pasado. Pero todo progreso para que sea verdadero progreso debe estar acorde con las leyes fundamentales y en equilibrio con la naturaleza.
Es decir, que la naturaleza puede aprovecharse con la inteligencia y sensibilidad del ser humano; ya que podemos valernos de sus leyes para nuestro propio beneficio. El hombre como parte de la naturaleza puede por vocación, convertirse en su amo. Pero utilizando la armonía, concordancia y correspondencia.
Todo está gobernado por la Ley Universal y la gran diversidad de leyes no son más que manifestaciones diversas de la única gran ley. La ley que es del todo: y que proviene de Dios. Nada está fuera de la ley. Nada es correcto si se intenta ponerse en contra de ella. Ni siquiera un átomo deja de estar presente en la mente de Dios; que hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados como dicen las Santas Escrituras: Si el mar se convirtiera en tinta para escribir las palabras de Dios, el mar se agotaría antes de que concluyeran sus palabras (ya que son infinitas).
El hombre puede utilizar la Ley superior para manejar las leyes inferiores. Lo superior prevalecerá contra lo inferior. Pero ir en contra de la ley y de las leyes naturales que de ella se derivan, es estar condenado al fracaso, a pesar de los aparentes aciertos que se vean a corto plazo. Podemos mencionar muchos ejemplos que confirman lo anterior, pero bastará con 2: recientemente Tony Blair, 1er Ministro del Reino Unido, que se ha distinguido por tomar posiciones radicales en situaciones bélicas, manifestó: Sí no corregimos el efecto invernadero, y no detenemos el calentamiento global, los efectos a mediano plazo sobre nuestro planeta serán más devastadores que una conflagración bélica mundial: con el derretimiento de los glaciares – entre otros efectos negativos – y la subida considerable del nivel de los óceanos, lo que sumergiría a la mayoría de los grandes centros urbanos que se encuentran al nivel del mar.
Otro estudio indica que debido a la alta contaminación de los océanos (incluyendo la contaminación radioactiva) los océanos estarán totalmente sin peces para el 2041, etc, etc, etc.
El ser humano necesita los conocimientos que le dan una visión general del mundo; la facultad de comprender el medio en que se vive; la ciencia y la técnica que lo hacen desarrollarse y gozar de los adelantos y las ventajas del progreso; pero también necesita una moral, una visión de futuro; una conciencia ecológica y una espiritualidad manifiesta. Si bien es cierto que el pan se necesita (esto es lo material), el mensaje bíblico se complementa con “no sólo de pan vive el hombre”. Tiene asimismo que mantener: una realidad presente (la razón de ser); una visión de futuro y una tradición.
Los antiguos representan lo adquirido, lo que formó nuestra civilización, el pasado. Los modernos son los creadores de hoy y dentro de medio siglo serán parte de la historia y de nuevas tradiciones.
Tenemos que ser guardianes de la tradición; pero al mismo tiempo, instrumentos de renovación. No podemos ser un simple reflejo de las cosas muertas, ni un ser autómata y por consiguiente, sin vida, repetiendo lo que otros – y generalmente de afuera – nos imponen. Curiosidad nueva para todas las cosas nuevas; pero también tradición e identidad.
La inteligencia no consiste en aplaudir lo nuevo, por nuevo…. Ya Unamuno decía: “con maderas del recuerdo, armamos las naves de la Esperanza y quien profundiza más en las raíces, ve con más luz al hermoso horizonte del futuro”.
Y Papini completaba: “Reecontrada verdad de las cosas justas. Estar en paz con la Naturaleza y la Humanidad. Estar en regla con Dios. Reconciliarse con el mundo”.
Cada día nuestra vida deberá ser un tratado de paz entre la criatura que pasa y lo creado que permanece…
Es cierto que vemos en la Naturaleza una actitud de confrontación entre las especies pero esto no es más que una actitud de equilibrio natural; que permite no la eliminación de las especies sino su propia conservación. El mismo concepto del más fuerte y del más apto, que se ve en la procreación, es simplemente una forma instintiva de ayudar a la conservación de una especie, no a destruirla.
El mundo es básicamente simbiótico – de relaciones mutuamente provechosas entre los seres vivos, incluso los totalmente diferentes. Hay un sinnúmero de ejemplos. Uno tan solo: la Garza y el Cocodrilo. Aquella le limpia los dientes y come y éste a su vez mantiene saludable su dentadura: la ayuda mutua, la solidaridad, la cooperación, rigen el progreso natural. La agresividad de la lucha, temporalmente existente para conservar la especie, es limitada a ello, y es sustitutuida armoniosamente por la adaptación de los seres vivos entre sí y en equilibrio con la Naturaleza.
¿Y los seres humanos?
La superioridad de la inteligencia debe ir, a la par de la superioridad moral. Sólo ello podrá devolvernos la fraternidad y el amor al prójimo. Debemos trasmutar el egoísmo por el altruismo; la envidia por la caridad; la soberbia por la humildad; el individualismo por la solidaridad.
El homosapiens, que define a nuestra especie, deber ser complementado con el homo espiritualis, moralis.
La primera Encíclica papal de su Santidad Juan Pablo II presentada el 4 de marzo de 1979, apenas cinco meses después de su elección como pontífice; “Redemptor Hominis”. Número (15-16) puntualizaba lo siguiente:
…“La paz en definitiva se funda sobre la verdad del hombre, ya que sólo sería auténtica y duradera si es verdaderamente humana.
Construir la paz sobre esta verdad que es el hombre, significa ayudar al hombre mismo a salir de sus actuales alienaciones, invitándole a convertirse de nuevo en sujeto y ya no más en objeto de sus propias invenciones; significa dar la prioridad a la ética sobre la técnica, a la persona sobre las cosas, al espíritu sobre la materia”…
Es necesario ser seres humanos nuevos de los nuevos tiempos; pero sin perder la estabilidad moral; el equilibrio con la naturaleza y las raíces de los valores tradicionales. Valer cada vez más para no sonrojarse por supuestas inferioridades. Tenemos que elevarnos más, trabajar con dignidad, pero sobre todo, ser realmente nosotros mismos. La meta ha de ser de triunfo y de desarrollo económico y social para todos.
La humanidad debe progresar, no podemos volver al pasado. Pero todo progreso para que sea verdadero progreso debe estar acorde con las leyes fundamentales y en equilibrio con la naturaleza.
Es decir, que la naturaleza puede aprovecharse con la inteligencia y sensibilidad del ser humano; ya que podemos valernos de sus leyes para nuestro propio beneficio. El hombre como parte de la naturaleza puede por vocación, convertirse en su amo. Pero utilizando la armonía, concordancia y correspondencia.
Todo está gobernado por la Ley Universal y la gran diversidad de leyes no son más que manifestaciones diversas de la única gran ley. La ley que es del todo: y que proviene de Dios. Nada está fuera de la ley. Nada es correcto si se intenta ponerse en contra de ella. Ni siquiera un átomo deja de estar presente en la mente de Dios; que hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados como dicen las Santas Escrituras: Si el mar se convirtiera en tinta para escribir las palabras de Dios, el mar se agotaría antes de que concluyeran sus palabras (ya que son infinitas).
El hombre puede utilizar la Ley superior para manejar las leyes inferiores. Lo superior prevalecerá contra lo inferior. Pero ir en contra de la ley y de las leyes naturales que de ella se derivan, es estar condenado al fracaso, a pesar de los aparentes aciertos que se vean a corto plazo. Podemos mencionar muchos ejemplos que confirman lo anterior, pero bastará con 2: recientemente Tony Blair, 1er Ministro del Reino Unido, que se ha distinguido por tomar posiciones radicales en situaciones bélicas, manifestó: Sí no corregimos el efecto invernadero, y no detenemos el calentamiento global, los efectos a mediano plazo sobre nuestro planeta serán más devastadores que una conflagración bélica mundial: con el derretimiento de los glaciares – entre otros efectos negativos – y la subida considerable del nivel de los óceanos, lo que sumergiría a la mayoría de los grandes centros urbanos que se encuentran al nivel del mar.
Otro estudio indica que debido a la alta contaminación de los océanos (incluyendo la contaminación radioactiva) los océanos estarán totalmente sin peces para el 2041, etc, etc, etc.
El ser humano necesita los conocimientos que le dan una visión general del mundo; la facultad de comprender el medio en que se vive; la ciencia y la técnica que lo hacen desarrollarse y gozar de los adelantos y las ventajas del progreso; pero también necesita una moral, una visión de futuro; una conciencia ecológica y una espiritualidad manifiesta. Si bien es cierto que el pan se necesita (esto es lo material), el mensaje bíblico se complementa con “no sólo de pan vive el hombre”. Tiene asimismo que mantener: una realidad presente (la razón de ser); una visión de futuro y una tradición.
Los antiguos representan lo adquirido, lo que formó nuestra civilización, el pasado. Los modernos son los creadores de hoy y dentro de medio siglo serán parte de la historia y de nuevas tradiciones.
Tenemos que ser guardianes de la tradición; pero al mismo tiempo, instrumentos de renovación. No podemos ser un simple reflejo de las cosas muertas, ni un ser autómata y por consiguiente, sin vida, repetiendo lo que otros – y generalmente de afuera – nos imponen. Curiosidad nueva para todas las cosas nuevas; pero también tradición e identidad.
La inteligencia no consiste en aplaudir lo nuevo, por nuevo…. Ya Unamuno decía: “con maderas del recuerdo, armamos las naves de la Esperanza y quien profundiza más en las raíces, ve con más luz al hermoso horizonte del futuro”.
Y Papini completaba: “Reecontrada verdad de las cosas justas. Estar en paz con la Naturaleza y la Humanidad. Estar en regla con Dios. Reconciliarse con el mundo”.
Cada día nuestra vida deberá ser un tratado de paz entre la criatura que pasa y lo creado que permanece…
Es cierto que vemos en la Naturaleza una actitud de confrontación entre las especies pero esto no es más que una actitud de equilibrio natural; que permite no la eliminación de las especies sino su propia conservación. El mismo concepto del más fuerte y del más apto, que se ve en la procreación, es simplemente una forma instintiva de ayudar a la conservación de una especie, no a destruirla.
El mundo es básicamente simbiótico – de relaciones mutuamente provechosas entre los seres vivos, incluso los totalmente diferentes. Hay un sinnúmero de ejemplos. Uno tan solo: la Garza y el Cocodrilo. Aquella le limpia los dientes y come y éste a su vez mantiene saludable su dentadura: la ayuda mutua, la solidaridad, la cooperación, rigen el progreso natural. La agresividad de la lucha, temporalmente existente para conservar la especie, es limitada a ello, y es sustitutuida armoniosamente por la adaptación de los seres vivos entre sí y en equilibrio con la Naturaleza.
¿Y los seres humanos?
La superioridad de la inteligencia debe ir, a la par de la superioridad moral. Sólo ello podrá devolvernos la fraternidad y el amor al prójimo. Debemos trasmutar el egoísmo por el altruismo; la envidia por la caridad; la soberbia por la humildad; el individualismo por la solidaridad.
El homosapiens, que define a nuestra especie, deber ser complementado con el homo espiritualis, moralis.
La primera Encíclica papal de su Santidad Juan Pablo II presentada el 4 de marzo de 1979, apenas cinco meses después de su elección como pontífice; “Redemptor Hominis”. Número (15-16) puntualizaba lo siguiente:
…“La paz en definitiva se funda sobre la verdad del hombre, ya que sólo sería auténtica y duradera si es verdaderamente humana.
Construir la paz sobre esta verdad que es el hombre, significa ayudar al hombre mismo a salir de sus actuales alienaciones, invitándole a convertirse de nuevo en sujeto y ya no más en objeto de sus propias invenciones; significa dar la prioridad a la ética sobre la técnica, a la persona sobre las cosas, al espíritu sobre la materia”…
Es necesario ser seres humanos nuevos de los nuevos tiempos; pero sin perder la estabilidad moral; el equilibrio con la naturaleza y las raíces de los valores tradicionales. Valer cada vez más para no sonrojarse por supuestas inferioridades. Tenemos que elevarnos más, trabajar con dignidad, pero sobre todo, ser realmente nosotros mismos. La meta ha de ser de triunfo y de desarrollo económico y social para todos.