Deficiencias del Gobierno
Lunes 29 de Enero de 2007.-
Si alguien me pregunta ¿Cuáles son las principales deficiencias del Gobierno salvadoreño? Yo le contestaría sin vacilación alguna: Su falta de capacidad para negociar; y la tardanza en afrontar y resolver los problemas. Y a eso le agregaría inmediatamente: Pero esto no es la culpa exclusiva del actual Gobierno, si no que es la tónica común de todos nuestros Gobiernos, indistintivamente de su color político, desde lo que nosotros llamamos independencia en 1821. Y si extendemos la pregunta ¿Con quienes negociamos mal?, la respuesta seria inmediata…con todos.
No podemos negociar internacionalmente. Ni con los superpesados del planeta, ni con los medianos, ni con los similares de Centroamérica y el Caribe. Generalmente damos más de lo que recibimos.
¿Y con la inversión extranjera y con el gran capital?...
La negociación de nuestro Gobierno siempre es débil y se entrega mucho más de lo que se recibe.
El problema se complica enormemente porque nuestro país ha llegado al límite y no disponemos casi de margen de maniobra. Hemos entregado, recursos estatales, dando activos limpios del Estado y quedándose el Gobierno con los pasivos y la carga financiera. Y ni siquiera – alegando siempre el libre mercado y la libre competencia, el Gobierno puede regular los precios, no a través de un control de los mismos; si no que velando por que las fuerzas del mercado y la libre competencia actúen en su pristina pureza.
De esa forma, el Estado no controla, pero al mismo tiempo, al no regular, permite que los entes privados o bien privatizados o las transnacionales, controlen los sistemas y fijen los precios, todo a expensas no sólo del pueblo trabajador y prácticamente abandonado; sino que a expensas también del erario nacional; que tiene que subsidiar para que los precios no se disparen aún más; o que tiene que endeudarse más, para pagar cargos onerosos auto-impuestos.
…Fuera de ello, permitimos que se grave con precios excesivos a la empresa privada, encareciendo sus costos y haciéndola menos competitiva, en un momento de apertura internacional, aumentando su vulnerabilidad y dificultando su crecimiento…
Además, como que fuéramos parte de las potencias hegemónicas, actuamos a nivel mundial de tomar partido políticamente; distanciándonos de países que podrían ayudarnos e interviniendo políticamente en los asuntos internos de otros países; incluso criticándolos públicamente cuando todos los demás países latinoamericanos, incluyendo Colombia, con un Presidente de derecha, tienen relaciones diplomáticas y comerciales plenas y buenas relaciones con todos los países, incluyendo Cuba y Venezuela. Y ni siquiera sacamos ventajas de ello.
Se aprueban leyes que perjudican al pueblo y al Gobierno, en beneficio de ciertos inversores y se auto imponen nuevas cargas después que las inversiones han sido hechas, lo que no genera una mayor inversión, si no que una mayor dependencia.
Una vez aprobadas, cuando son demasiados onerosas, algunas veces, el Gobierno intenta detenerlas, permitiendo a las Empresas beneficiadas demandar al Estado en los tribunales internacionales, donde muchas veces se obliga al país a pagar millonarias indemnizaciones por ganancias que ellas no obtuvieron. O bien se les niegan los cambios propuestos.
Entonces ¿para qué auto imponerse leyes onerosas, o conceder concesiones que luego nos arrepentimos?
Muchos casos pueden mencionarse, entre ellos: La privatización de la generación termoeléctrica y la distribución de la energía; la importación de petróleo y derivados; la concesión de minas, la deforestación selectiva;, el TLC con Taiwán; etc.
No se trata de si las medidas a tomar son correctas o no, si no, que las negociaciones han sido pésimas y totalmente desastrosas.
Fuera de ello, la declaración de pérdidas operativas declaradas y la imposibilidad de revisar los Estados financieros de las grandes empresas, impide que el Fisco reciba ingresos de impuestos de renta; fuera de que muchas de ellas exportan sus productos totalmente, lo que tampoco generan IVA. Si son industrias de extracción tampoco pagan por la materia prima (a la minería tan sólo se le piensa gravar con un 2% de los por ellos declarado, sin forma de comprobar la veracidad de los datos) y no es raro suponer que la mayoría aplique al subsidio del 6% a las exportaciones. Quedando así un ingreso neto para nuestro país, negativo.
…Esto es, egreso en lugar de ingreso…
Todo por conceder unas cuantas plazas de trabajo, generalmente las de más bajo escalafón, para compensar una ínfima parte de la necesidad de empleo de los salvadoreños, producto a su vez de la escasez de una política de desarrollo que potencialice el uso masivo de empleo, que la alta tecnología o los servicios, tienden a reducir.
La planeación de nuevas empresas están basadas únicamente en su rentabilidad y el apoyo estatal, incluyendo políticas sectoriales, no contemplan el fomento del empleo. Fuera de ello, las válvulas de escape para el desempleo: emigración a Estados Unidos, mantenimiento de los salvadoreños que viven allá, y el comercio informal, están siendo tremendamente combatidas, y ni tan siquiera hemos podido negociar la suspensión de deportaciones de delincuentes convictos o con antecedentes penales, “graduados” en cárceles de Estados Unidos, que vienen a aumentar el nivel de los delincuentes.
Independientemente de todo; envío con crítica constructiva el siguiente mensaje: ¡Señores, por favor, aprendan a negociar!
No podemos negociar internacionalmente. Ni con los superpesados del planeta, ni con los medianos, ni con los similares de Centroamérica y el Caribe. Generalmente damos más de lo que recibimos.
¿Y con la inversión extranjera y con el gran capital?...
La negociación de nuestro Gobierno siempre es débil y se entrega mucho más de lo que se recibe.
El problema se complica enormemente porque nuestro país ha llegado al límite y no disponemos casi de margen de maniobra. Hemos entregado, recursos estatales, dando activos limpios del Estado y quedándose el Gobierno con los pasivos y la carga financiera. Y ni siquiera – alegando siempre el libre mercado y la libre competencia, el Gobierno puede regular los precios, no a través de un control de los mismos; si no que velando por que las fuerzas del mercado y la libre competencia actúen en su pristina pureza.
De esa forma, el Estado no controla, pero al mismo tiempo, al no regular, permite que los entes privados o bien privatizados o las transnacionales, controlen los sistemas y fijen los precios, todo a expensas no sólo del pueblo trabajador y prácticamente abandonado; sino que a expensas también del erario nacional; que tiene que subsidiar para que los precios no se disparen aún más; o que tiene que endeudarse más, para pagar cargos onerosos auto-impuestos.
…Fuera de ello, permitimos que se grave con precios excesivos a la empresa privada, encareciendo sus costos y haciéndola menos competitiva, en un momento de apertura internacional, aumentando su vulnerabilidad y dificultando su crecimiento…
Además, como que fuéramos parte de las potencias hegemónicas, actuamos a nivel mundial de tomar partido políticamente; distanciándonos de países que podrían ayudarnos e interviniendo políticamente en los asuntos internos de otros países; incluso criticándolos públicamente cuando todos los demás países latinoamericanos, incluyendo Colombia, con un Presidente de derecha, tienen relaciones diplomáticas y comerciales plenas y buenas relaciones con todos los países, incluyendo Cuba y Venezuela. Y ni siquiera sacamos ventajas de ello.
Se aprueban leyes que perjudican al pueblo y al Gobierno, en beneficio de ciertos inversores y se auto imponen nuevas cargas después que las inversiones han sido hechas, lo que no genera una mayor inversión, si no que una mayor dependencia.
Una vez aprobadas, cuando son demasiados onerosas, algunas veces, el Gobierno intenta detenerlas, permitiendo a las Empresas beneficiadas demandar al Estado en los tribunales internacionales, donde muchas veces se obliga al país a pagar millonarias indemnizaciones por ganancias que ellas no obtuvieron. O bien se les niegan los cambios propuestos.
Entonces ¿para qué auto imponerse leyes onerosas, o conceder concesiones que luego nos arrepentimos?
Muchos casos pueden mencionarse, entre ellos: La privatización de la generación termoeléctrica y la distribución de la energía; la importación de petróleo y derivados; la concesión de minas, la deforestación selectiva;, el TLC con Taiwán; etc.
No se trata de si las medidas a tomar son correctas o no, si no, que las negociaciones han sido pésimas y totalmente desastrosas.
Fuera de ello, la declaración de pérdidas operativas declaradas y la imposibilidad de revisar los Estados financieros de las grandes empresas, impide que el Fisco reciba ingresos de impuestos de renta; fuera de que muchas de ellas exportan sus productos totalmente, lo que tampoco generan IVA. Si son industrias de extracción tampoco pagan por la materia prima (a la minería tan sólo se le piensa gravar con un 2% de los por ellos declarado, sin forma de comprobar la veracidad de los datos) y no es raro suponer que la mayoría aplique al subsidio del 6% a las exportaciones. Quedando así un ingreso neto para nuestro país, negativo.
…Esto es, egreso en lugar de ingreso…
Todo por conceder unas cuantas plazas de trabajo, generalmente las de más bajo escalafón, para compensar una ínfima parte de la necesidad de empleo de los salvadoreños, producto a su vez de la escasez de una política de desarrollo que potencialice el uso masivo de empleo, que la alta tecnología o los servicios, tienden a reducir.
La planeación de nuevas empresas están basadas únicamente en su rentabilidad y el apoyo estatal, incluyendo políticas sectoriales, no contemplan el fomento del empleo. Fuera de ello, las válvulas de escape para el desempleo: emigración a Estados Unidos, mantenimiento de los salvadoreños que viven allá, y el comercio informal, están siendo tremendamente combatidas, y ni tan siquiera hemos podido negociar la suspensión de deportaciones de delincuentes convictos o con antecedentes penales, “graduados” en cárceles de Estados Unidos, que vienen a aumentar el nivel de los delincuentes.
Independientemente de todo; envío con crítica constructiva el siguiente mensaje: ¡Señores, por favor, aprendan a negociar!