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La Violencia de la Paz

Lunes 15 de Enero de 2006.-

Nuestro querido país es tremendamente violento y los homicidios (cuyo tasa nos ha convertido en el país más violento de todas la Américas, incluyendo el Caribe) y el más violento del mundo (sin considerar a los países con guerra declarada); es tan sólo la punta del iceberg.

Si a esto le incluimos: el asalto callejero, el robo de vehículos o en vehículos, la quema de unidades de transporte, o el asesinato de sus motoristas; el robo común; el robo institucionalizado; el chantaje, la extorsión, la corrupción pública, el atraco, la violación, la corrupción de menores, la violencia intrafamiliar; la muerte por enfermedades curables; la muerte por falta de medicamentos; la muerte por la débil respuesta a los desastres naturales; la muerte en las carreteras; la muerte por el hambre o por deficiencia alimenticia crónica; la muerte por contaminación; la muerte por derrumbes y deslaves; los saqueos de casas; la muerte por negligencia; el crimen organizado; la muerte por encargo; las riñas; los accidentes por imprudencia con o sin drogadicción, las pandillas; la violencia política; la violencia religiosa; la violencia electoral; la delincuencia juvenil; el tráfico de drogas; el lavado de dinero; las enfermedades e incluso hasta la muerte, provocadas por los problemas, económico – sociales, de los sectores más desposeídos, que golpea con mayor incidencia en los niños, etc, etc, etc.

El problema se complica porque no existe la suficiente voluntad política para resolver los problemas; y la que existe, no converge convenientemente para sumar aptitudes, actitudes y esfuerzos…
Sabemos que en física, las fuerzas para ser sumadas totalmente, tienen que ir en la misma dirección a al menos, para que su sumatoria aumente, tienen que ser convergentes. Si dos o más fuerzas son antagónicas, es elemental que la resultante de las fuerzas combinadas, es menor, que una fuerza sola, e incluso puede llegar a ser cero, neutralizándose totalmente. La armonía es el principio básico que debe fomentarse; pero lamentablemente vemos todo lo contrario…

La armonía no nace de que todos pensemos igual – esto es antinatural y utópico – sino por la cordura y la tolerancia, que a pesar de esa divina diversidad de doctrinas y tendencias, se instituyen dando la cultura alta y amplia que pone por doquiera el equilibrio y por consiguiente, la paz. La intransigencia y la rigidez son comunes aunque nos parezcan inconcebibles.
El gran filósofo Jaspers decía. No hay libertad, ni verdad, ni justicia, cuando existe la afirmación arrogante del yo; cerrazón del alma y sordera del espíritu.

Al mencionar anteriormente voluntad política, no pensé solamente en los partidos políticos. Claro, ellos son parte esencial de la solución del problema, pero no son los únicos. Ellos forman parte importante del quehacer nacional y se constituyen como los representantes básicos de la política-partidaria.
Pero al hablar de política, a secas, entran además todos los demás sectores de la vida nacional. Política, de polis, ciudad, civilidad; como noble ejercicio ciudadano.

No existe únicamente en los partidos políticos intransigencia y rigidez, si no en todos los sectores de la vida nacional. Basta preguntar ¿Quiénes son los culpables de la problemática nacional? E inmediatamente cada sector le traslada la culpa al otro, sin considerarse en modo alguno como parte de esa culpa y por consiguiente – sin darse cuenta – eliminándose automáticamente de la solución.
Sólo los sectores involucrados, que tienen que ver con la problemática, pueden ser parte de la solución del problema; y son todos.
Así que todos somos solidariamente culpables y también todos somos parte de la solución del problema.

Naturalmente tenemos que participar buscando el bien común y no sólo nuestros intereses personales. Todo el mundo comprende que la paz no es solamente el fin del conflicto armado, ya que eso es tan solo un inicio (si bien, bueno y fundamental) en la búsqueda y en la consolidación de la paz…
La concordia, la tolerancia, la convivencia, la hermandad, la armonía, la caridad, el buen deseo para nuestros semejantes, que pueden sintetizarse en una palabra: Amor; deben combinarse con la justicia, la verdad y la libertad, que son virtudes supremas enlazadas entrañablemente con la paz. Sin esa participación decidida de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, la paz no sería posible. Fuera de ello, paz sin libertad, sin verdad y sin justicia, no es una verdadera paz, sino que imposición.
Todos los sectores involucrados en la vida nacional tienen que participar desde sus diferentes perspectivas. Debe buscarse la resultante que los complemente positivamente; en lugar de enfrentarse negativamente, neutralizándose; o aprovechando unos de acusar a los otros; con el beneplácito y beneficio de los delincuentes...
Siempre hay un punto tangencial entre 2 posiciones aparentemente antagónicas. La diversidad de opiniones, hábilmente entrelazadas, conducen a la verdad.
La sociedad debe participar y el Gobierno tiene que escuchar. Debemos exigir que se nos demande y demandar que se nos exija.

Analizar las medidas efectivas que en otros países han aplicado excelentes resultados, adaptándolas a nuestros medios o bien analizando los factores que han influido para disminuir, mantener o aumentar la tasa de criminalidad en los diferentes municipios de nuestro país también se vuelve indispensable.