El Mensaje Profético de las Religiones Abrahámicas
Martes 18 de Diciembre de 2007
El uso inexacto de la palabra profeta, utilizado hasta para los adivinos e incluso para muchos que ahora se autodenominan profetas – sin serlo – minimiza la importancia de este término.
Ser profeta es una honrosa distinción para los escogidos de Dios. El término se aplica a los inspirados por Dios, o Nabi; y para aquellos que no sólo son inspirados por Dios; sino que también, cuando predican su doctrina, Dios habla a través de ellos, son los llamados Rasulu, esto es, mensajeros de Dios.
De allí que la doctrina que predican no es de ellos, sino que de Dios. ¡Dios habla a través de ellos!
Muhammad, profeta y mensajero de Dios, predicó durante 23 años: 13 años en
Los acusadores del Corán, ya sea por ignorancia o mal intencionados, sacan de contexto algunos versículos específicos y luego los generalizan, equivocándose en su interpretación. Lo correcto es estudiar primero la doctrina islámica y luego penetrar en el estudio del Corán.
Para aquellas personas bien intencionadas que deseen leer el Corán desde un principio, les sería conveniente un Corán escrito en Árabe, con la traducción comparada al español y con notas aclarativas en los diferentes versículos. Aunque no se lea el Árabe, siempre es conveniente tener el original sin cambio alguno, para poder confrontar, aunque sea preguntando. Además, el Corán traducido, con su original en Árabe, es una garantía que la traducción es correcta o al menos bien intencionada. Hay multitud de traducciones sólo en español, incorrectas; con notas aclarativas, aún más incorrectas e incluso tendenciosas.
Hay que tener mucho cuidado con ello.
El Centro Islámico Árabe Salvadoreño ha decidido redactar una serie de libros, para los lectores acuciosos que les gusta escudriñar las Santas Escrituras o que tienen deseos de buscar y encontrar la verdad o que tengan un gusto especial – talvez genético – por todo aquello que representa el Arabismo y el Islam; ya que los genes nos dan información de nuestros ancestros y no hay un solo salvadoreño que no tenga sangre Árabe en sus venas; debido a la permanencia en
La curiosidad – debido a la publicidad notoria, aunque a veces negativa, también hace su parte.
Los libros, debido a un atraso en su publicación, empezarán Dios mediante! a publicarse en el mes de Febrero de 2008 y su primer volumen se llamará el ABC del Islam, un libro que recomendamos y es de lectura básica, para aquellos que quieran conocer la verdad sobre el Islam.
Los que lo soliciten, podrán obtenerlo gratuitamente, o bien, comprarlo a un módico precio en las librerías más importantes del país.
Generalmente hemos recibido buenos comentarios y en gran cantidad, cuando en Aclarando Conceptos hemos hablado sobre temas religiosos.
Cuando hablamos del Islam, lo hacemos con total conocimiento, porque nos consideramos expertos en el tema y somos musulmanes. Cuando hablamos de otras religiones, a pesar que somos versados en esos temas, ya que tenemos la costumbre de no hablar o comentar sobre temas que desconocemos, debemos reconocer que lo hacemos desde una perspectiva islámica. Eso sí, nuestra conducta al comentar religiones hermanas, lo hacemos de acuerdo a las enseñanzas de nuestro profeta: En forma pacífica, con cariño y tolerancia.
El Judaísmo, Cristianismo y el Islam son religiones abrahámicas y provienen de la misma revelación. Existen entre ellas diferencias fundamentales. Esto no obstante, no nos debe llevar a señalarlas negativamente, descuidando el hecho de que las similitudes son considerablemente mucho mayores que las diferencias.
En nuestra labor ecuménica, tenemos que puntualizar más lo que nos une y no, lo que nos desune y nos lleva a la eterna disputa.
Algo que debemos evitar es el enfrentamiento radical, que empieza a desconocer la revelación del otro, considerándola incluso falsa y afirmando que sólo nuestra fe, nos lleva a la salvación eterna.
No solo desconocemos al “contrario”, sino que hasta negamos la función complementaria de nuestras buenas obras y de que ningún humano puede ser previamente condenado por otro, porque es solamente a Dios a quien le corresponde juzgarnos.
El ideal de la tolerancia, no se contenta con “aceptar al otro” si no en comprender su doctrina, conocerla con amplitud y profundizar en sus enseñanzas.
Si esto no se hace, el diálogo fecundo se convierte en confrontación. Y debería evitarse.
Por otro lado, ¿Cómo podemos discutir algo que desconocemos?
Además, debemos considerar a nuestro “hermano”, aunque sea de otra religión, en igualdad de condiciones.
Que no nos pase lo del amo que daba de golpes a sus siervos con un palo, pero decía que les golpeaba suave. Lógico, no era él, el que recibía los golpes.