Mala capacidad para negociar.
Jueves, 8 de noviembre de 2007.
Mala capacidad para negociar.
Hemos hablado en los 2 programas anteriores de la relación China – Taiwán y el desarrollo de la China en el Comercio Mundial y hemos analizado la posición de nuestro país, de total apoyo político a Taiwán, en lugar de una relación plena con China, como lo ejemplarizó Costa Rica. No hay duda que una relación diplomática plena con China, lo que derivaría en un aumento de la relación comercial y convenios de ayuda económica y financiera, convienen a nuestro País desde una perspectiva de conveniencia. Pero nuestro país le apuesta a Taiwán, con la explicación de la afinidad política de nuestro actual Gobierno, que ni el mismo Gobierno de Taiwán comparte, como lo demuestra la amplia relación comercial, con su “enemigo” político, basado en el adagio chino de que en “los negocios no hay Patria”.
…Pero aún escogiendo a Taiwán en lugar de China, nuestro País recibe menos de lo que podría recibir, ya que no negocia adecuadamente ni presiona lo suficiente. Y esa es la principal defecto de nuestro Gobierno: su falta de capacidad para negociar.
Y a eso le agregaría inmediatamente: Pero esto no es la culpa exclusiva del actual Gobierno, si no que es la tónica común de todos nuestros Gobiernos, indistintivamente de su color político, desde lo que nosotros llamamos independencia en 1821. Y si extendemos la pregunta ¿Con quienes negociamos mal?, la respuesta seria inmediata…con todos.
No podemos negociar con Estados Unidos. Damos más que todos y recibimos menos. Alguien puede decir… ¡Pero los Estados Unidos son tan poderosos!
Pero tampoco podemos negociar con Taiwán, ni con cualquier país del mundo. Ni siquiera con Honduras.
Y no es culpa de las comisiones que se forman; sino de la política exterior que se fija desde arriba. Con Taiwán, no falló la vicepresidenta en las negociaciones, sino la política gubernamental que no la fija ella, de no disponer de la alternativa, la carta de China, al menos como presión para negociar; le dimos así a Taiwán previamente un monopolio diplomático. En el caso de las 2 comisiones sobre límites con Honduras, fueron totalmente eficientes, dado las circunstancias adversas. Ambas trabajaron con diligencia; el error fue la posición política del Gobierno Central que aceptó una negociación en el Tribunal de la Haya, donde Honduras tenía todas las de ganar: Documentos, cartas, mapas, comisiones permanentes, experiencia, contactos, apoyos, etc. Se debería haber pedido el derecho de la autodeterminación de los pueblos, vía la ONU, esto es, la votación de los pobladores de los bolsones, para ver su decisión. Aquí la mayoría aplastante hubiera sido para El Salvador. El mismo sistema que ocupa el Reino Unido (donde Inglaterra forma parte principal), en sus diferendos: llámese Belice, Islas Malvinas, Gibraltar, etc. Cuando las cartas históricas están en desventaja y se tiene la votación masiva de los pobladores a nuestro favor ¿Por qué despreciar lo que nos conviene e ir a pelear en un campo desventajoso? La política gubernamental falló.
Tampoco se demandó realizar primeramente el cambio constitucional en nuestro país, de que “el territorio de El Salvador dentro de sus actuales límites es irreductible”. Y se redujo nuestro territorio inconstitucionalmente.
Ni se exigió a Honduras cambiar su Constitución en el sentido de su prohibición de que los no hondureños, en este caso salvadoreños, fueran propietarios de tierras cercanas a la Frontera. Y abandonamos a nuestros compatriotas y sólo nos preocupamos por sus votos en tiempos de elecciones.
Y en la guerra con Honduras de 1969. A pesar de invadir y poseer militarmente territorio hondureño, lo devolvimos y nos retiramos totalmente, y ni siquiera exigimos la libertad de acceder al sur, a través de tierras hondureñas. Honduras nos cerró el paso por muchos años y expulsó salvadoreños, incluso aquellos con status legal.
El Salvador, así ganó la guerra, pero perdió la paz. Todo, como siempre, por mala negociación incluso entre iguales, o aún con países más débiles que nosotros.
Ejemplos adicionales sobran.
¿Y con la inversión extranjera y con el gran capital?...
La negociación de nuestro Gobierno siempre es débil y se entrega mucho más de lo que se recibe.
El problema se complica enormemente porque nuestro país ha llegado al límite y no disponemos casi de margen de maniobra. Hemos entregado, recursos estatales, dando activos limpios del Estado y quedándose el Gobierno con los pasivos y la carga financiera. Y ni siquiera – alegando siempre el libre mercado y la libre competencia, el Gobierno puede regular los precios, no a través de un control de los mismos; si no que velando por que las fuerzas del mercado y la libre competencia actúen en su pristina pureza.
De esa forma, el Estado no controla, pero al mismo tiempo, al no regular, permite que los entes privados o bien privatizados, controlen el sistema y fijen los precios, todo a expensas no sólo del pueblo trabajador y prácticamente abandonado; sino que a expensas también del erario nacional. Además, como que fuéramos parte de las potencias hegemónicas, actuamos a nivel mundial de tomar partido políticamente; distanciándonos de países que podrían ayudarnos e interviniendo políticamente en los asuntos internos de otros países; incluso criticándolos públicamente cuando todos los demás países latinoamericanos, incluyendo Colombia, con un Presidente de derecha, tienen relaciones diplomáticas y comerciales plenas. Y ni siquiera sacamos ventajas de ello.
A veces el Gobierno se auto impone nuevas cargas, después que las inversiones han sido hechas, lo que no genera una mayor inversión, si no que una mayor dependencia. Entonces ¿para qué auto imponerse leyes onerosas, o conceder concesiones que luego nos arrepentimos? ¿O hacerlo y esperar que luego nos demanden?
Muchos casos pueden mencionarse, entre ellos: La privatización de la generación termoeléctrica y la distribución de la energía; la importación de petróleo y derivados; la concesión de minas, la deforestación selectiva; el fondo de pensiones; la privatización bancaria, el TLC con Taiwán; etc, etc.
Un mensaje final, antes de autorizar concesiones o aprobar convenios, leyes o permisos, etc., se debe analizar detenidamente, los efectos a futuro, recordando que es mejor prevenir, que tener que lamentar.