Árabes - Palestino equivalente a progreso.
Viernes 27 de Abril de 2007
En tiempos de la conquista española de las Indias (nuestra América), siglo XVI y XVII, vino la primera emigración masiva de árabes y judíos españoles, conversos o aparentemente conversos hacia América, buscando territorios alejados de una Inquisición sumamente cruel y logrando nuevas oportunidades en un mundo, recién descubierto, que necesitaba urgentemente de artesanos: carpinteros, albañiles, constructores, orfebres, marinos, talabarteros, herreros; agricultores, comerciantes, etc. trabajos que a un hidalgo español, le resultaban despreciables; bien se decía por ellos: “Juego de Manos, Juegos de Villanos”.
La cantidad de árabes españoles, musulmanes, recientemente “conversos” al cristianismo era tan grande, que puede ejemplarizarse en que todas las construcciones de dicha época colonial eran de estilo morisco, mudéjar o árabe-español. Esa sangre árabe, se encuentra masivamente mezclada en el pueblo salvadoreño, hasta el punto de que el insigne escritor salvadoreño Álvaro Menéndez Leal manifestara tajantemente que “Todos los salvadoreños tienen sangre árabe en sus venas”.
Muchos años después, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, vino una nueva inmigración árabe hacia América, está vez de origen palestino, sirio y libanés; aunque en el caso de nuestro querido país El Salvador, la mayoría eran de origen palestino y de éstos, un gran porcentaje de Belén, la ciudad santa donde nació Jesús.
Dada la estructura clasista – racista de la época y estando estratificada la sociedad, la presencia de una nueva, diferente y masiva inmigración, que demostró ser exitosa en poco tiempo; con una capacidad de adaptación inimaginable antes; provocó resquemores del grupo dominante y se dictaron leyes en su contra. De nada sirvieron, ya que los árabes palestinos siguieron progresando.
Está empezando la sexta generación y ya echó raíces profundas en esta tierra; ningún problema hizo que el palestino inmigrante se fuera, ni en los terremotos, ni con las erupciones volcánicas; ni con las persecuciones, ni en la guerra, ni con la delincuencia; ni con la situación política difícil; ni con los problemas económicos; ni con las inundaciones; ni ante las enfermedades; ni ante nada ni ante nadie. Y somos tan salvadoreños ahora, como cualquier otro, o más
Por eso no sólo pedimos, sino exigimos respeto. Al Gobierno salvadoreño le solicitamos analice las situaciones anómalas que mencionamos en nuestro programa del Viernes 30 de Marzo de 2007, y les dé de una vez por todas, las soluciones adecuadas. Como bien lo dijo Goethe: “Cada momento es único y ¡éste es el momento!
…Hago también un nuevo llamado público a los dirigentes de la colectividad salvadoreña de origen árabe, a que se constituyan en garantes de la solución de la problemática; que no debe persistir por más tiempo. Deben de comprender que ser un dirigente conlleva un enorme privilegio pero también una responsabilidad de igual magnitud…
Mientras tanto, no preguntamos:
¿Qué pasa con nosotros? ¿Qué pasa con nuestro Estado Democrático? Si seguimos la lógica; ¿nuestra fuerza es también la causa de nuestros problemas? ¿Es el crecimiento espectacular de
No hay duda, de que el inmigrante árabe estaba dotado de características muy propicias para incursionar en actividades comerciales arriesgadas. Sin desconocer otros rasgos de su personalidad, llamaba la atención, por su claro perfil económico, caracterizado esencialmente por su capacidad para emprender. Otra cualidad que le ayudó en esta iniciativa fue su espíritu de superación y el deseo permanente de no quedarse atrás y de esforzarse por salir adelante en cada uno de los proyectos iniciados. A esto se derivó el éxito económico en el desarrollo de la empresa privada, su constante actuación en la vida pública y su notable prestigio profesional en los más diversos campos de la cultura.
Se puede decir que la inmigración árabe ha constituido un real aporte a El Salvador. Su huella se puede apreciar en todos los ámbitos.
El dinamismo, la perseverancia, su innata capacidad y su voluntad de triunfar, llevaron al árabe, al lugar donde se encuentra. El capital logrado merece un aplauso, porque el único capital digno de elogio es el conseguido con esfuerzo y honradez.
El escritor Gabriel García Márquez, premio Nobel de literatura, define ese carácter brillantemente en su célebre obra: 100 años de soledad.
Macondo era un pueblo pintoresco, pero sobrevino la desgracia, después de llover constantemente por casi 5 años, quedó totalmente en ruinas; casi todos se fueron: “Los advenedizos, que se fugaron de Macondo tan atolondradamente como habían llegado; la compañía bananera desmanteló sus instalaciones; el grupo dominante y el gran capital, muchos habían abandonado el pueblo; todos, menos los árabes. Y textualmente agrega:
La calle de los turcos, era otra vez la de antes, la de los tiempos en que los árabes hallaron en Macondo un buen recodo para descansar de su condición de gente trashumante. Al otro lado de la lluvia, la mercancía de los bazares estaba cayéndose a pedazos, los géneros abiertos en la puerta estaban veteados de musgo, los mostradores socavados por el comején y sus paredes carcomidas por la humedad; pero los árabes de la tercera generación estaban sentados en el mismo lugar y en la misma actitud de sus padres y sus abuelos, taciturnos, impávidos, invulnerables al tiempo y al desastre; tan vivos o tan muertos como estuvieron después de la peste del insomnio y de las 32 guerras del General Aureliano Buendía. Era tan asombrosa su fortaleza de ánimo ante los escombros.
Y nosotros puntualizamos:
Si pensamos en función país y no en la temida competencia. Este carácter del árabe deber ser aplaudido y no temido. La emigración árabe (en su mayoría de origen palestino) es parte integrante del pueblo salvadoreño.
Como ya lo mencioné en otro programa de Aclarando Conceptos:
“Somos salvadoreños 100% orgullosos de pertenecer a esta patria bendita, El Salvador, pero también nos sentimos orgullosos de nuestro origen árabe – palestino.
El pensamiento común del salvadoreño de origen árabe palestino, puede ejemplarizarse en el siguiente verso del poeta:
¡Oh, mi dolor orgulloso —mi patria no es una valija — y yo, ya no soy un viajero —Eché raíces... y estoy fijo —Estoy loco! Y esta tierra es mí Locura.
Aquí estamos y aquí continuaremos, luchando por nuestros ideales y nuestros principios. Y amando a nuestra querida Patria: El Salvador.