#40, La Independencia y la Salvadoreñidad
La Independencia y la Salvadoreñidad.
16 Septiembre de 2009
Los Salvadoreños somos considerados como hispanoamericanos ó latinoamericanos; abreviado en los Estados Unidos, como hispanos ó latinos. Sin embargo es importante aclarar que “lo español ó lo hispano” si bien un factor esencial en nuestra raza, no es el único. Los salvadoreños debemos considerar nuestra propia identidad y comprender que somos plurales en lo cultural, lo étnico y lo racial. En la sangre de los salvadoreños se inquietan fermentos hereditarios raciales diversos que nos dan nuestra propia identidad. Nuestro pueblo es producto del mestizaje, básicamente español, mezclado con los pueblos originarios principalmente (maya; náhuatl-pipil y lenca), pueblos de amplia cultura, considerada inferior tan solo por desconocerla. Redescubrir estas culturas originarias, parcialmente destruidas, pero también parcialmente ocultas, es un deber ineludible del actual Gobierno.
Debemos dignificar toda nuestra impronta genética, no sólo una parte de ella. Fuera de ello, en el caso de los españoles, debemos incluir un fuerte elemento racial árabe, y judío, producto de la presencia árabe en España de casi 8 siglos. Además en tiempos del añil vinieron los mulatos y los negros y también, hubo nueva inmigración española, conjuntamente con la de otros pueblos europeos; y asiáticos (especialmente chinos y palestinos) con mayor afluencia a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Nuestra salvadoreñidad nos refleja el crisol de la mezcla de razas y costumbres; pero también nos enseña el pasado y en alguna forma nuestro presente; ¿Quiénes somos? ¿De dónde vinimos? ¿Adónde estamos? Pero no nos dice nada de nuestro futuro, de nuestra visión y de nuestras esperanzas.
¿Qué queremos? ¿Adónde vamos?
Debemos comprender que los salvadoreños y salvadoreñas, indistintamente de la mezcla racial que se posea, el color de piel, la condición económica, la tradición familiar y demás condiciones que nos diferencian dentro de esa unidad característica que es nuestra nacionalidad. Somos iguales ante La ley: La de Dios y la de los hombres y no nos debemos sentir inferiores a nadie. Debemos rechazar en nuestro País esas cláusulas de “salvaguarda” que la Sociedad se auto impone, buscando en los otros, generalmente los diferentes al grupo dominante, sus chivos expiatorios. Incluso muchas veces, a las víctimas se las convierte en los victimarios; pero se encuentra un justificativo: Nacieron para servir, paras sufrir, o para ser esclavos (y ahora que la esclavitud ha sido nominalmente suprimida; para ser dominados, que en la práctica sigue siendo lo mismo, ó a veces, incluso peor.).
El racismo (sentirse superior por el color de la piel; generalmente, entre más rubio y más blanco, mejor) y el clasismo (el que más tiene, más vale) y la nobleza (el mito de la “sangre real” y los “plebeyos”), es algo que se mantiene vigente, en las mentes de los dominantes y –cosa extraña por cierto- también en las mentes de los sometidos. Estos, en vez de unirse, se estratifican aún más, clasificándose en superiores e inferiores, entre ellos mismos. En la colonia se fomentó una estratificación artificial de la sociedad; lo cuál no solo continuó si no que se agudizó con la independencia.
Siendo nuestro pueblo básicamente mestizo, tiene que considerarse orgulloso de su sangre española (y con ella todos los elementos raciales que la conforman), pero también debe de sentirse orgulloso, de cualquier dosis de sangre indígena ó mulata que posea, o las mezclas con otras razas, considerando que las mezclas son provechosas por la diversidad de genes y que no existen razas inferiores; ni tampoco superiores. Si aceptamos lo blanco como superior, estaríamos renunciando a nuestro elemento indígena y estaríamos aceptando la “superioridad” de alguien más blanco que nosotros.
Esto se llama dependencia o incluso esclavitud mental y de nada nos serviría la Independencia de España, ni siquiera el esfuerzo de José Simeón Cañas, exigiendo la emancipación de los esclavos.
Que este 15 de septiembre de 2009, sea la fecha de la fortificación de nuestra autoestima y de nuestra Independencia mental; la Independencia política y económica, vendrían después!
Por otro lado, la Independencia se define como la “situación del individuo, o Estado”, etc, que goza de libertad y autonomía o bien de la situación de una colectividad que no está sometida a la autoridad de otra.
¿Seremos así realmente independientes?; o más bien, en este Mundo internacionalmente comunicado y totalmente interdependiente; ¿nos podemos al menos conformar de que somos relativamente independientes?
…No podemos insistir en una independencia plena, lo que nos volvería solitarios, o únicos en el mundo. Tenemos experiencia en serlo. Claro, en situaciones no tan aplaudibles. Pero debemos definir que Independencia es al menos, actuar con identidad propia; sin nacionalismos extremos, pero también sin entreguismo servil…
Hoy en el 2009, con un mundo cada vez más competitivo y con crisis generalizada, tenemos que pensar ¿a dónde vamos? ¿Cuál es nuestra visión de país? ¿Qué país deseamos entregar a las generaciones futuras? Nuestra real Independencia dependerá de la capacidad que tengamos para satisfacer nuestras necesidades, sin estar pendiente con la mano abierta esperando la dádiva de los poderosos; si podemos dar a nuestros conciudadanos... salud, justicia, paz, tranquilidad, alimentación, vivienda, educación, cultura, libertad, seguridad y bienestar económico...
Si mantenemos en alto nuestra estima y sabemos negociar con los poderosos; si podemos hacer lo que queremos y querer lo que nos conviene.
La Patria entera está dispuesta a la esperanza de ser encontrada por sus hijos, hecha por ellos, para sentirse propia. No basta nacer en ella. Hay que hacerla. Y tampoco basta desear morir en ella. Hay que trabajar por ella y para ella; mientras tengamos un aliento de vida.
Tenemos que pensar como José Martí, que decía que el primer trabajo del ser humano es reconquistarse. Tenemos que reconquistar a la Patria, detener su deterioro y guiarla por nobles derroteros.
¿Seremos capaces de profundizar la senda del progreso, o continuaremos con esa historia generalmente desteñida? Tenemos que tener el empuje de la juventud, ese ímpetu ciego, pero poderoso. La juventud no discute sus fuerzas; sino, las ejerce y hasta las supone; y no duda, si es o no, capaz.
Y al mismo tiempo con la serenidad plena de hacer las cosas bien, a través de la experiencia: capacidad de trabajo; capacidad de lucha; posibilidad de éxito.
Sirva esta efemérides para renovar nuevos bríos y viejas esperanzas para un mundo mejor; y para un país – menos dependiente – que piense en su pueblo – en el entendido que pueblo somos todos; y que brinde la solución más adecuada a la problemática nacional.
Debemos recordar permanentemente lo que dijo Martín Luther King:
“Nadie se nos montará encima, si no doblamos la espalda”.